Page 27 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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¿Cómo sé yo tantas cosas sobre Mendoza? No tengo más remedio que hacerles partícipes de algunos aspectos de nuestra camaradería, ya me per- donarán el insoportable protagonismo.
Conocí a Mendoza en la Barcelona de los años sesenta, cuando era una de las ciudades más cutres, sucias y malsanas de la Europa sureña. La acu- mulación de detritos del cinturón industrial la cubrían de hollín, los tran- vías llevaban racimos de ciudadanos colgando de los estribos, la basura se recogía en carros tirados por mulas (las cuales ensuciaban lo ya limpiado), en mi barrio aún había vaquerías a pesar de estar en la parte alta, o sea, pija, el tráfico lo controlaban unos guardias urbanos tocados de salacot y gabán que soplaban el pito constantemente subidos a veces en púlpitos que impedían el tráfico. En fin, era una ciudad sin ley en la que tener veinte años resultaba un negocio inmejorable. Los de mi generación, aunque ahora se hagan las víctimas, fuimos muy felices, incluida toda la izquierda bur- guesa. No así los proletarios venidos de todas las provincias españolas. Ellos, los fundadores de CC.OO., por ejemplo, sufrieron de verdad la tor- tura, la cárcel y en ocasiones la muerte. De ahí que en las novelas de Men- doza se crucen las dos músicas, la cómica y la trágica.
Tengo para mí que nuestro primer encuentro fue en la Rambla Cataluña de Barcelona. Y lo recuerdo porque acababan de estrenar El séptimo sello de Bergman en algún cineclub. Todos los progres de la ciudad habíamos acu- dido a verla y se discutía si el mensaje de la película (entonces se le llamaba así) era ateo o cristiano. Las opiniones estaban divididas, ya que buena parte de las izquierdas venían del seminario o eran directamente curas y por lo tanto defendían con ardor que la película negaba cualquier posibilidad de vida después de la muerte.
Creo que Eduardo iba acompañado por Diego Medina, de quien diré luego unas palabras, en tanto que yo iba con alguien muy de cineclub. Mi compa- ñero conocía a Eduardo de la Facultad de Derecho y encomió el mensaje de la película con gran entusiasmo. Eduardo bajó la voz y comenzó a hablar del mensaje: dijo que era un mensaje más oscuro de lo que creíamos, que sin duda todo era mucho más profundo y difícil de entender de lo que la gente
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