Page 64 - Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado
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 8. Obras generales sobre la política española durante esta guerra son: CONROTTE, Manuel. La intervención de España en la independencia de los Estados Unidos de la América del Norte. Madrid: Victoriano Suárez, 1920; YElA UTRillA, Juan F. España ante la independencia de los Estados Unidos. Lérida: Academia Mariana, 1925. [Ed. facsímil]. Madrid: Colegio Universitario : Ediciones Istmo, 1988; RODRÍguEZ, Mario. La Revolución Americana de 1776 y el mundo hispánico. Madrid: Tecnos, 1976; THOMSON, Buchanan P. La ayuda española en la guerra de independencia norteamericana. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1967; RuigÓMEZ DE HERNÁNDEZ, Ma Pilar. El gobierno español del despotismo ilustrado ante la independencia de los Estados Unidos. Madrid: Ministerio de Asuntos Exteriores, 1978; OlTRA PONS, Joaquín; María Ángeles
PÉREZ SAMPER. El Conde de Aranda
y los Estados Unidos. Barcelona: PPU, 1987; BEERMAN, Eric. España
y la independencia de Estados Unidos. Madrid: Mapfre, 1992. CHAVEZ, Thomas E. Spain and the Independence of the United States: An Intrinsic Gift. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2002. (Traducción española: España y la independencia de los Estados Unidos. Madrid: Taurus, 2006).
occidentales hacia mercados en el Caribe y el Atlántico. Resultaron inútiles los inten- tos del gobierno de Londres para frenar esa expansión colonial, por lo que los ana- listas españoles pronto empezaron a percibir la amenaza de la presión demográfica angloamericana hacia la frontera de la Luisiana española en el Mississippi.
Una vez declarada la guerra abierta en 1776, urgía decidir en la Corte españo- la qué política seguir8. No obstante, se impuso la cautela. Hay varias claves para comprender la diplomacia española en esta coyuntura. La tradicional rivalidad his- pano-británica, especialmente la amenaza que suponía el creciente comercio ilícito británico en Hispanoamérica, llevó al gobierno español a ver la rebelión norteameri- cana como una oportunidad para debilitar a Gran Bretaña, y quizás incluso recobrar territorios perdidos en anteriores conflictos. Por otro lado, y pese al afán de Florida- blanca por restablecer la independencia española en cuestiones de política exterior, acabó imponiéndose la necesidad de actuar de acuerdo con Francia, aliada de Espa- ña en virtud del vínculo dinástico borbónico formalizado en el Tercer Pacto de Fa- milia de 1762.También al fin prevaleció la convicción de que España no podía man- tenerse al margen mientras se producía un drástico cambio de soberanía en América, y mucho menos tratándose de un movimiento colonial por la independencia política. No obstante, el gobierno español comprendía que no podía permitirse participar en una nueva guerra internacional sin intentar ponderar todos los costes, las contingen- cias y las incertidumbres, teniendo en cuenta la lejanía y la vulnerabilidad de las vastas posesiones coloniales de la Monarquía Hispánica.
Cualquier decisión no solo debería responder a los propios intereses y aspira- ciones de la Monarquía, sino que se debería formular después de sopesar con mucho cuidado los riesgos y las posibilidades reales a la luz de la mejor información posible. Con esa finalidad, y como suplemento de los informes enviados por diplomáticos en las diversas cortes europeas y por oficiales destinados en Hispanoamérica, junto con otras fuentes de inteligencia, una de las primeras medidas del gobierno español fue nombrar a varias personas de confianza para ejercer el espionaje o la recogida de información en lugares estratégicos de América. Por orden de José de Gálvez, un comerciante radicado en La Habana, Juan de Miralles y Trayllón, fue comisionado para desplazarse a Filadelfia, el centro neurálgico de la rebelión angloamericana. Francisco Bouligny, capitán del batallón fijo de Luisiana, fue enviado a Nueva Orleans, la llave de las comunicaciones con el interior del continente norteamericano y, por lo tanto, con las fuerzas leales a Jorge III y los rebeldes activos en frentes occidenta- les. Juan José Eligio de la Puente y Regidor, contable y primo-hermano de la esposa de Miralles, fue enviado a San Agustín de la Florida, una colonia británica desde 1763 que se convertiría en baluarte y refugio de los realistas. El coronel Antonio Raffelin, del Regimiento de Dragones de América destinado entonces como guarnición en La Habana, fue enviado a la isla de Saint-Domingue, y otro comerciante habanero,
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