Page 66 - Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado

10. Sobre las repercusiones internacionales de la guerra, véase BEMiS, Samuel F. The Diplomacy of the American Revolution. (New York- London: D. Appleton-Century Co., 1935). Reproducido en Bloomington: University of Indiana Press, 1961;
VAN AlSTYNE, Richard. Empire and Independence: The International History of the American Revolution. New York: John Wiley, 1965; Dull, Jonathan R. A Diplomatic History
of the American Revolution. New Haven: Yale University Press, 1985; HORSMAN, Reginald. Diplomacy
of the New Republic, 1776-1815. Arlington Heights, Ill. H. Davidson, 1985; SADOSKY, Leonard J. Revolutionary Negotiations: Indians, Empires, and Diplomats in the Founding of America. Charlottesville: University of Virginia Press, 2009; NASH, Gary B. “Sparks from the Altar of ’76: International Repercussions and Reconsiderations of the American Revolution”, en ARMiTAgE, David; Sanjay SuBRAHMANYAM (editors). The Age of Revolutions
in Global Context, c.1760-1840. Basingstoke, Hamps.: Palgrave Macmillan, 2010, pp. 1-19.
11. Aranda a Grimaldi, París, 13 de enero de 1777. Archivo Histórico Nacional (Madrid) —en adelante, AHN—, Estado, legajo 3881, reproducido en YElA UTRillA, 1925, volumen II, pp. 39-48. Previendo que otros asesores del rey se opondrían a su propuesta de
buscar una alianza con la república americana, arguyó que no era “violenta” sino “muy natural”, en Aranda a Floridablanca, 2 de enero de 1778, junto con “Ideas sobre la necesidad de declararse por las colonias y contra los ingleses; daños que podrían resultar de dar lugar
a que se compusiesen entre sí”. AHN, Estado, legajo 4224, citado en RuigÓMEZ, 1978, p. 236.
“no conviene por ahora entrar descubiertamente en las proposiciones de los Diputa- dos de las Colonias, ni adoptar el dictamen del Conde de Aranda.”. En cambio, Grimaldi sí que pensaba que convenía auxiliar a los rebeldes en secreto, con el fin de distraer a Gran Bretaña con una larga guerra colonial12.
Coincidió con Grimaldi José de Gálvez, recientemente nombrado como secre- tario de Estado de Indias13. Gálvez juzgaba que sería más prudente evitar una ruptu- ra abierta, a no ser que los británicos atacasen alguna plaza española. Argumentó que la ayuda secreta bastaría para alargar el conflicto, con el objeto de debilitar simultá- neamente a Gran Bretaña y también a sus colonias14.
Una opinión totalmente diferente fue la postulada por el secretario de Marina, Pedro González de Castejón, quien había recibido su nombramiento al mismo tiempo que Gálvez, siendo ambos los sucesores del difunto Julián de Arriaga. El marino creía que los españoles debían ser “los últimos de la Europa a reconocer Potencia alguna en América, independiente y soberana; y esto a más no poder.”. Llegó a esa conclusión
SYLVIA L. HILTON 64
Pedro Abarca de Bolea y Ximénes de Urrea,
X conde de Aranda. Ca. 1790. Real Manufactura de Loza y Porcelana de Alcora. Loza esmaltada en blanco realizada a molde. Museo Arqueológico Nacional (Madrid). Cat. no 64.
porque coincidía con Aranda y otros en pronosticar que, si se estableciese una po- tencia independiente en América, sería muy difícil contenerla en sus ansias expan- sionistas, porque no se vería sujeta por “ninguna conexión, pretensión ni reparo” respecto a Europa. Esa perspectiva signi- ficaba que si las colonias rebeldes lograsen su independencia, en poco tiempo estarían en peligro las posesiones españolas en Norteamérica y en el Caribe15.
De hecho, todos los asesores augu- raban que, de triunfar la demanda inde- pendentista estadounidense, la nueva re- pública sería una nación próspera, fuerte, expansionista y agresiva en América. El secretario de Guerra, conde de Ricla, por ejemplo, pensaba que era “natural y regu- lar” que los Estados Unidos independien- tes pronto llegasen a ser un enemigo “fuerte y poderoso”. Como tal, Ricla pro- fetizó, “han de conquistar la Florida, me- tiéndose en el Golfo Mexicano, y por consiguiente a la Raya del Reino de Mé- xico; cuyas consecuencias pueden ser bien