Page 152 - Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado
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 11. GARCÍA GuERRA, Delfín.
El Hospital Real de Santiago.
A Coruña: Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1983.
estos profesionales, que consiguieron un notable ascenso social con el apoyo de las coronas. Incluso algunos eran enviados al extranjero para aumentar sus conocimien- tos, como fue el caso de Antonio de Gimbernat.
En 1762, en el comienzo del reinado, se publicó póstuma la obra del médico real Gaspar Casal Historia natural, y medica de el Principado de Asturias. Se trata de una obra fundamental en la Ilustración europea, pues muestra bien el hipocratismo que permitió la renovación de la medicina. El médico debía seguir los principios del tratado Sobre aires, aguas y lugares del apóstol de Cos. El ser humano era parte de la naturaleza y como tal se debía conocer en el medio en que vivía, esto dio lugar al estudio del hábitat humano, comenzando una seria preocupación por la higiene pú- blica. También se estudiaron las relaciones que se establecían con la alimentación, el clima, los suelos y la vivienda —la higiene privada— y con los elementos peligrosos que pudieran rodearlo, la patología vieja y nueva. Estos estudios dieron lugar a la descripción de enfermedades nuevas, como es el caso de la pelagra o mal de la rosa, que señaló Gaspar Casal en Asturias, relacionándola de forma adecuada con la ali- mentación a base de maíz. También a las historias clínicas modernas, o bien al naci- miento de la estadística médica.
Los hospitales se modernizaron, por ejemplo el Real de Santiago11. Estos cen- tros, atendidos hasta entonces por cirujanos, introdujeron médicos y ayudantes, guar- daron historias clínicas, mejoraron el tratamiento y se reformaron buscando uso y tamaño adecuados. Los hospitales de Madrid con el nombre de General y de la Pasión, con edificio de Sabatini, tuvieron cerca el Colegio de Cirugía de San Carlos, que será el origen de la facultad médica cuando los liberales creasen la Universidad de Madrid, como sucedió en Barcelona. Se quiso también mejorar la sanidad, con medidas muy diversas, desde la limpieza y mejora de aguas, calles y barrios, hasta la inoculación del germen de la viruela. Se estableció un sistema sanitario de protección eficaz, que había tenido su origen ante los temores por la peste de Marsella de 1720 con la crea- ción de la Junta Suprema de Sanidad. Otras juntas locales contribuyeron también a evitar la enfermedad, vigilando sobre todo ciudades, puertos y fronteras. Se cuidó mucho la sanidad marítima exigiendo cuarentenas y certificados. De hecho la peste abandonó Europa occidental desde entonces, si bien se discuten otras razones, como las mejores edificaciones en piedra, el cambio en las razas y el comportamiento de las ratas, incluso la higiene y algún tipo de inmunización. También fueron eficaces las medidas contra las fiebres tercianas (el paludismo) por medio de la quina traída de América y se luchó contra la tuberculosis con la quema de ropa y enseres de enfermos12.
Desde luego, la formación y la fortaleza de la marina española fueron esencia- les para la nueva ciencia. Las expediciones científicas —también otras, las francesas o inglesas— constituyeron una aportación principal al conocimiento del Nuevo Mun- do y abrieron el camino a la ciencia moderna13. Pero también influyeron en la mejora
12. PESET, Mariano; José Luis
PESET. Muerte en España. Madrid: Seminarios y Ediciones, 1972. BiRABEN, Jean-Nöel. Les hommes et la peste en France et dans les pays européens et méditerranéens. Paris / La Haye: Mouton & Co. : Écoles des Hautes Études en Sciences Sociales, 1975-1976, 2 volúmenes.
13. LAFuENTE, Antonio; Alberto ElENA; Ma Luisa ORTEgA (editores). Mundialización de la ciencia y cultura nacional. Aranjuez: Doce Calles, 1993.
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