Page 17 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
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FRANCISCO ASENJO BARBIERI. PENSANDO EN ESPAÑA
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Menú de un banquete de Barbieri en París y factura de una comida en Lhardy, restaurante madrileño favorito del compositor. Colección particular [cat. 15].
  señala: «Barbieri tiene el gusto muy depurado y no le aventaja el mismo Rossini en acatamiento a la diosa Gastrea, a la que rinde constante culto». Frecuentemente se habla en sus cartas de sus preferencias por el burdeos y por otros vinos franceses, y sus amigos catalanes le brindan la oportunidad de probar los caldos de la zona.
Finalmente, Barbieri fue un infatigable viajero. Se va a sumar a esos ya numerosos españoles que a mediados del siglo xix sienten el viajar como una necesidad cultu- ral. Miguel Artola afirma: «La movilidad de la población se multiplicó enormemente y junto a los desplazamientos por móviles imperiosos surge el viaje sin otro objeto que el conocimiento de lugares distintos, el mar para las gentes de tierra adentro, Pa- rís para todos los españoles y para unos pocos privilegiados Londres y otras capita- les»7. Prácticamente desde los inicios de los cincuenta Barbieri inicia lo que podemos denominar viajes de placer y por supuesto culturales, que realizó a lo largo de su vida. Hemos demostrado sus viajes a Hendaya, Lourdes, Vichy, Lisboa, Londres, Viena, Alemania y París, y por toda España.
Todas estas actividades fueron posibles por la magnífica situación económica que se labró con su ingente trabajo y con el éxito continuo de su obra. Una estadística de la producción de Barbieri nos revela que más del 70% de su obra tuvo éxito. Su si- tuación económica es boyante desde el estreno de Jugar con fuego en 1851, y con- tinuó con una serie de éxitos constantes: Galanteos en Venecia, Los diamantes de la corona, Mis dos mujeres, El diablo en el poder, Robinson, El robo de las sabi- nas, Entre mi mujer y el negro, hasta llegar a esos dos iconos de la zarzuela espa- ñola que son Pan y toros y El barberillo de Lavapiés. Jugar con fuego le produce más de 40.000 duros, la mitad de todo lo generado aquel año por el Teatro del Circo y esto le otorga, a partir de entonces, una estabilidad económica que le permite viajar por Europa, dedicarse a su pasión favorita, la bibliofilia, y le convierte en un hombre
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Miguel Artola: La burguesía revolucio- naria (1808-1874). Madrid, Alianza, 1983, p. 353.



























































































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