Page 54 - Anuario AC/E de cultura digital 2024
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de casa, pero, por ahora, eso parece más ciencia ficción que realidad.
Hablando de ciencia ficción, ¿qué hay de esos conciertos interactivos colosales en un multi- verso o de hologramas de artistas retirados? La verdad es que suena genial, pero, por ahora, no hay indicios de que eso vaya a ser masivo. Y la razón principal es que el pop sigue basándose en el culto a la personalidad.
Nada supera la emoción de disfrutar de tu artista favorito en carne y hueso, sintiendo su presencia real.
Incluso en festivales, la gente se apunta sin saber quién diablos tocará. ¿Importa? No mucho. Porque la experiencia de un concierto en vivo es incomparable. Y claro, aunque nos quejemos de los precios y del maltrato en los festivales, nadie quiere perderse la fiesta. La música en directo ofrece algo único que ninguna inteligencia artificial podrá replicar jamás.
Se especula también sobre la posibilidad de que la inteligencia artificial diseñe el artista perfecto. Puede que sí, puede que no. Pero lo que nos gusta de un artista no es solo su música, es su imagen, su universo creativo y, gracias a las
redes sociales, sabemos hasta lo que desayunan. La autenticidad importa y eso es algo que un holograma no puede entregar. En este mundo digitalizado y distante, la gente busca conexiones reales y necesita creer en alguien.
Aunque a la mayoría no le importe la música de ciertos artistas, quienes asisten a sus conciertos lo consideran una experiencia religiosa. Y eso
no se puede sentir desde el sofá de tu casa ni
en el metaverso. Queremos gritar con nuestra tribu, sudar, ver a nuestro ídolo en carne y hueso, sentirnos parte de algo grande y real. Compro- bar que no estamos solos en nuestra burbuja y formar parte de algo más grande.
La inteligencia artificial puede tener su lugar, pero en el escenario de un concierto no hay
sustituto para la autenticidad y la conexión genuinas. Así que, mientras la IA juega con bits y bytes, nosotros seguiremos buscando esa conexión única que solo la música en directo puede ofrecer, ya sea en un antro con un grupo de rock, en un club con un DJ superstar o en un superestadio.
Es sintomático que la lista de artistas que más dinero ganan con sus conciertos difiera bastante (excepto en los casos de la Reina y el Rey del Pop: Taylor Swift y Bad Bunny) de la de los artis- tas con más reproducciones. Si en el streaming arrasa la música urbana, en los directos siguen reinando dinosaurios del pop rock como U2, AC/DC, Elton John, Coldplay, Ed Sheeran, Bruce Springsteen, Madonna o Guns N’ Roses.
Y es que una cosa son los millones que disfrutan de tu música gratis en YouTube o Spotify y otra es soltar cincuenta pavos mínimo por verte en directo con un autotune y música pregrabada. Cierto que el poder adquisitivo del público adulto de estos artistas que revientan estadios es bastante más alto, pero también es verdad que, mientras que estos artistas que arrasan en strea- ming tienen cuatro o cinco hits para cantar a voz en grito mientras grabas tu TikTok para envidia de tus followers, esos artistas más talluditos te aseguran dos horas y pico de clásicos, uno detrás de otro, hasta dejarte afónico.
Al final, ¿quién gana y quién pierde con la IA?
La IA es un paso de gigante en la digitalización de la música y la desaparición de lo analógico y de los instrumentos y las profesiones musicales.
Todo empezó con la aparición en 1955 del primer sintetizador, que, curiosamente, estaba desti- nado a investigar las propiedades del sonido, no a ser un instrumento musical. Esto continuó con la aparición de la caja de ritmos en 1970 y por fin llegó el ProTools, el software musical que lo cambió todo.
EL IMPACTO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL CONSUMO DE MÚSICA... · MAURO CANUT
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