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más que presentes en el arte experimental, ya difícilmente analizable por géneros. Por ejemplo, la iniciativa No One is an Island25 se desarrolla en torno a una pieza central dinámica, de carácter escultórico, e incluye componentes robóticos
en coreografía interactiva con seres humanos, paisajes sonoros, así como alusiones a los dibujos de luz de Pablo Picasso. Hasta la arquitectura, al menos en el plano teórico, contempla la posibili- dad de nuevos espacios de habitación para seres humanos transformados.26
8. La pregunta antropológica
Hemos revisado la situación del transhumanismo respecto del complejo ACT, pero su posición cultural no quedaría cabalmente aquilatada si no lo pusiéramos en relación también con la filosofía. Atendamos ahora a dos cuestiones filosóficas, de entre las muchas posibles. En este apartado habla- remos de la primera de ellas, o sea, de la cuestión antropológica, y dejaremos para el próximo la segunda, que atañe a la filosofía del tiempo.
da un índice de lo que es peor y mejor. Sin ella, nos situamos más allá del bien y del mal, en
la simple indiferencia, donde no puede haber mejora, sino mero cambio.
La naturaleza humana incluye nuestros aspectos animales, sociales y racionales. Por el hecho de que somos vivientes, y en concreto animales, con un cuerpo biológico vulnerable, conocemos lo que resulta bueno para nosotros en este aspecto, a saber, la supervivencia en un entorno natural sostenible, la salud, la posibilidad de repro- ducción... Al reconocernos sociales, es decir, mutuamente dependientes, entendemos que
la convivencia en entornos familiares, pacíficos y justos nos conviene. Por ser racionales, nos importa aprender, contemplar, acercarnos en la medida de lo posible al bien, a la verdad y a la belleza. Sin esta brújula que constituye nuestra naturaleza humana común, difícilmente podría- mos comunicarnos y formar comunidades.
La mera pretensión de reemplazar al ser humano por un ente posthumano nos impulsa a valorar de inmediato nuestra naturaleza humana común.
La negación de nuestra propia naturaleza nos condenaría a la indiferencia. Pero esta constata- ción no hace aún completamente inútil la moda transhumanista. Interpretada en su conjunto como acto artístico, como performance, puede aportarnos algo valioso. En general, toda obra de arte constituye una exploración de espacios de posibilidad. El teatro, el cine, la novela...,
nos muestran configuraciones posibles de la peripecia vital humana. El «engaño» que hay
en estas artes no consiste en hacer pasar por verdadero lo que es falso, sino en mostrarnos como actual lo que es meramente posible. Ponen ante nuestra vista, como en acto, algunas de las posibilidades de la vida humana y nos las dan a conocer. Así entendida, la performance transhu- manista nos enseña qué podría ser de nosotros
si nos autoinfligiésemos sin criterio las posibles antropotecnias. Y el paisaje que aparece suele resultar más bien distópico.
Si el resultado del TH hubiera sido, realmente, la abolición de la naturaleza humana, entonces no podríamos hablar de mejora en ningún sentido. Sucede que es la naturaleza humana la que nos
25 https://bmwgroupculture.com/ no-one-is-an-island?partner=HslhhV81ND
26 Josep Muntañola, «Arquitectura y transhuma- nismo», Arquitectonics, 2001, pp. 49-57.
TRANshUMANIsMO y CULTURA. UNA hERMENéUTICA PARA EL CíbORG · ALfREDO MARCOs
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