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proceso hacia lo posthumano. Tendríamos una primera fase bío, tendente a la mejora del cuerpo humano en su salud, longevidad y prestaciones, mediante diversas biotecnologías. La segunda fase —llamémosla info— apuntaría ya hacia una simbiosis de nuestro cuerpo biológico con los artefactos digitales procedentes de la inteligencia artificial y de la robótica. En una tercera fase, se podría aspirar incluso a una sustitución plena del soporte biológico, siempre sospechoso, por otro aparentemente más fiable.12 Y en el límite, encon- traríamos ya la desmaterialización o digitalización plena de la mente. Se sueña, así, con la migración de las mentes individuales (mind uploading)13 para hacerlas converger, en última instancia, hacia una única y omnisciente mente cósmica.
demasiado distópica, incluso para el gusto del urbanita medio en su versión progresista. Resulta muy iluminadora al respecto la serie británica Years and Years (Reino Unido, 2019), que refleja
el choque generacional en cuanto a las antropo- tecnias más radicales. Pero hay que estar prepa- rados para emociones aún más fuertes. A nadie debería sorprender que, al final, acaben entrando en juego también las ensoñaciones de carácter cosmológico —y hasta teológico— que han servido siempre de inspiración a las ideologías que proponen sobrepasar lo humano.
4. El transhumanismo actual: centros y personas
Entre los pensadores transhumanistas actuales, destaca el núcleo de Oxford y, dentro del mismo, las figuras de Julian Savulescu y Nick Bostrom.14 Este último, junto con David Pearce, fundó en 1998 la World Transhumanist Association (WTA), que constituye hoy, bajo el nuevo nombre de Humanity+, otro de los núcleos claves en la defensa del proyecto transhumanista.
En Estados Unidos, Max More, muy influenciado por Esfandiary, fundó en 1990 el Instituto Ex- tropiano, dedicado a la promoción de las ideas transhumanistas. En la órbita de este centro hay que situar a otros pensadores influyentes, auto- res algunos de populares bestsellers. Hablamos, por ejemplo, de Natasha Vita-More, influida tam- bién por Esfandiary, así como de Ray Kurzweil, quien ha popularizado el concepto de singulari- dad, o de José Luis Cordeiro, quien sostiene que la inmortalidad tecnológica está cerca.
Debemos a Max More esta definición del TH: «Es una clase de filosofías que buscan guiarnos hacia una condición posthumana. El
14 Véase Julian Savulescu y Nick Bostrom (eds.), Hu- man Enhancement, OUP, Oxford, 2009; Francisco Lara y Julian Savulescu (eds.), Más (que) humanos: Biotecnología, inteligencia artificial y ética de la mejora, Tecnos, Madrid, 2021.
Las primeras fases resultan acordes con la actitud de una sociedad individualista, que valora por encima de todo la autonomía de cada cual para decidir sobre su cuerpo y su vida. Pero
poco a poco van apareciendo las ambiciones
más profundas del TH, que superan con mu-
cho el horizonte vivencial del urbanita medio contemporáneo para adentrarse en la terra incognita de lo posthumano, al margen ya del cuerpo biológico. Aquí la cosa empieza a ponerse
12 Véase Antonio Diéguez, Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía, Herder, Barcelona, 2021; Sara Lumbreras, Respuestas al transhumanismo: cuerpo, autenticidad y sentido, Digital Reasons, Madrid, 2019.
13 Véase Mariano Asla, «Yo, mi cerebro y mi otro yo (digital): muerte e inmortalidad humanas en el ho- rizonte de la transferencia mental», Investigación y Ciencia, n.o 506, 2018, pp. 90-91.
TRANshUMANIsMO y CULTURA. UNA hERMENéUTICA PARA EL CíbORG · ALfREDO MARCOs
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