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activo, tales que Max More, Natasha Vita-More y Ray Kurzweil.
Fue Julian Huxley quien trajo el
término transhumanismo al contexto contemporáneo para llevarlo de lo literario y teológico hacia lo tecnocientífico.
Ya al margen de las palabras concretas que se empleen, es obvia la conexión de estas ideas
con las tradiciones gnósticas y herméticas de
los primeros siglos de nuestra era, también
con la temporalización de Dios expresada en la teología de Joaquín de Fiore (1135-1202), así como con diversas ideas filosóficas que van desde el despliegue hegeliano del espíritu hasta la inver- sión nietzscheana de los valores, pasando por el cosmismo ruso. Nick Bostrom,9 uno de los más influyentes transhumanistas actuales, aprecia también precedentes del TH —bajo distinta terminología— en el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola (1463-1494),
e incluso, mucho más atrás, en la Epopeya de Gilgamesh (2500-2000 a. C.).
3. El transhumanismo contemporáneo y la tecnociencia
Pero la modalidad contemporánea de estas ideas, que fueron en su origen teológicas, literarias, filosóficas o políticas, conecta ya decididamente con la ciencia y con la tecnología e influye muy notablemente sobre diversas prácticas artísticas. Dicho de otro modo, es el avance reciente de la ciencia y de la (bio)tecnología el que ha insuflado nuevos ánimos al viejo proyecto de trascender lo humano. Ahora parecería que estamos a punto de desarrollar, por fin, las herramientas tecnológicas para proceder con ello. No es extraño que, en estas nuevas condiciones, el TH se haya conver- tido por un tiempo en moda cultural.
9 Nick Bostrom, «Una historia del pensamiento transhumanista», Argumentos de la Razón Técnica, n.o 14, 2011, pp. 157-191.
Veamos, en lo que sigue, cuáles son los rasgos esenciales del TH actual, tan marcado por los desarrollos tecnocientíficos.10 De hecho, esta corriente de pensamiento se sitúa en la etapa final de un arco histórico que nos ha llevado desde las técnicas tradicionales, pasando por la tecnología, la tecnociencia y la biotecnología, hasta las antropotecnias más ambiciosas.
La evolución del ser humano, tanto en su as- pecto de hominización como en el de humaniza- ción, ha estado siempre mediada por lo técnico. Nuestro propio cuerpo está configurado en correlación con nuestras técnicas más primitivas, como el fuego y las herramientas líticas, y no sería funcional sin ellas. No es extraño, pues, que los desarrollos de la técnica hayan incidido en todo momento, para bien o para mal, sobre la vida humana. Mas, en la historia de la relación de la técnica con la vida humana, hay un punto de inflexión prominente. Se trata del momento en que la técnica entró primero en colabora- ción y después en simbiosis con la ciencia. Es
el momento en que nace, a comienzos de la modernidad, la tecnología. Esta modalidad de lo técnico evoluciona a su vez durante los tiempos modernos hasta transformarse en tecnociencia. Con la llegada de estas nuevas modalidades, el efecto cultural de lo técnico se vuelve mucho más contundente y profundo.
Hacia finales del siglo pasado conocimos un nuevo punto de inflexión en cuanto al impacto de lo técnico sobre la vida: con el nacimiento de las biotecnologías empezamos a operar sobre los seres vivos en unos niveles nunca antes tocados por nuestra mano. El conocimiento de las bases moleculares de la vida puso a nuestra disposición una herramienta nueva y poderosa, así como una nueva y pesada responsabilidad.
El último punto de inflexión importante, en lo que respecta a las consecuencias culturales de lo
10 Para una caracterización ponderada del TH y de sus relaciones con la tecnociencia véase Antonio Diéguez, Transhumanismo, Herder, Barcelona, 2017.
TRANshUMANIsMO y CULTURA. UNA hERMENéUTICA PARA EL CíbORG · ALfREDO MARCOs
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