Page 123 - Anuario AC/E de cultura digital 2018
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tengan criterio para enjuiciar con espíritu crítico la información y, en razón de ello, capacidad de elegir y decidir; que sean capaces de leer de forma comprensiva y de completar el ciclo con
la posibilidad de establecer una buena comu- nicación, de construir sus propios mensajes, de expresar, verbalmente o por cualquier otro medio textual o icónico, sus opiniones argumentadas.
Cambia la forma en que la obra ofrece los contenidos al lector
El acceso a los contenidos de una obra es diferente según se trate de un libro impreso o digital, al igual que ocurre con las diferentes tipologías textuales que están orientadas a satisfacer necesidades de información diferentes y requieren estrategias de búsqueda y lectura distintas. El uso eficaz y com- petente de cada una de las fuentes, en función de su tipología y formato, supondrá, pues, conocer sus convenciones. Para ello se requerirá, por tanto, una formación previa, lo que hace necesaria la educación en el uso de cada uno de estos materia- les. Como defiende Javier Valbuena27, capacitar en competencias digitales debería estar en la base de la estrategia educativa y cultural.
Si no se aborda con claridad y firmeza esta cuestión y se establecen planes coherentes y ambiciosos en relación con la alfabetización
en todas sus perspectivas, la lectura digital y
la integración misma de la tecnología se verán afectadas y comprometido su desarrollo; aparte de los serios problemas que esta falta de compe- tencia digital de los ciudadanos les pueda causar tanto en su desarrollo personal como académico, profesional, político y social.
La competencia digital de los ciudadanos a prueba
Muy elocuente resulta el estudio realizado por el Stanford History Education Group28 con objeto de valorar la competencia de un amplio grupo de estudiantes americanos universitarios a la hora
de evaluar distintos tipos de información, como la que manejan habitualmente en sus teléfonos móviles, tabletas y ordenadores.
Fueron 56 tareas las propuestas y 7804 las respuestas evaluadas que dieron los estudian- tes de doce estados y de diferentes niveles socioeconómicos. Como destaca Julio Alonso Arévalo29, entre los resultados más significativos el estudio pone en evidencia que:
• Un 82 % de los estudiantes son incapaces de distinguir entre un contenido patrocinado y una noticia verdadera en una página web.
• La mayoría de los estudiantes dan más credibilidad a una noticia por el hecho de contener una fotografía que por la fiabilidad de la fuente que la proporciona.
• Para un 88 % de los estudiantes la principal fuente de información es Facebook y otras redes sociales.
«Muchas personas asumen que, debido a que los jóvenes se mueven con soltura en los medios de comunicación social, son igualmente perceptivos sobre lo que encuentran allí», afirma el profesor Sam Wineburg30, autor principal del referido informe. Y a la luz de los resultados de la inves- tigación llevada a cabo por el SHEG, del que es miembro fundador, declara: «Nuestro trabajo de- muestra que lo cierto es lo contrario». En efecto, como el propio informe la califica, la capacidad de los estudiantes para enjuiciar los contenidos digitales resulta en general sombría.
En cuanto a España, por un lado tenemos que el 92 % de los españoles son usuarios de algún tipo de teléfono móvil y disponen de un smartphone con conexión a Internet un 81 %, según refleja el informe Digital in 201731. Estos datos sitúan a nuestro país en cabeza de las listas en razón del parque de dispositivos electrónicos. Este amplio volumen de dispositivos tiene como consecuen- cia lógica el notable aumento del número de españoles que se conectan en línea.
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El lector en la era digital
















































































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