Page 87 - Actas Afrancesados y anglófilos
P. 87
El vestido, a la moda de Francia –y algo a la inglesa en detalles y a fin de siglo-, y sus complementos, éstos más fáciles de importar del país vecino o de más lejos, transformaron los cuerpos y condicionaron su movimiento. “Hemos visto los brazos puestos en mísera prisión, hasta hacer las manos incomunicables con la cabeza, los hombros desquiciados de su propio sitio, los talles estrujados en una rigurosa tortura. ¿Y todo esto por qué?. Porque viene de Francia a Madrid la noticia de que ésta es la moda”47. Feijoo parece olvidar que el traje a la española del siglo XVII encorsetaba a las mujeres igual o más que el de su época, y que los verdugados y los guardainfantes las hacían andar a paso de procesión; es sin duda la sensación que transmite la indumentaria masculina la que incomoda al literato, que no tiene en cuenta el aire más liviano de la femenina ni la libertad que procuraba de cintura para abajo, aunque la cotilla comprimiera ferozmente el talle. Se camina con el cuerpo recto, pero con gracia y ligereza, sobre todo los jóvenes, ya que a las personas de edad se les exige gravedad. A fin de siglo aparecen los términos gallardía y marcialidad que, además de tener aires de majismo, se asocian a la manera de moverse de las mujeres que adoptaron el empaque estatuario inspirado en la Antigüedad clásica que dominaría el Directorio y el Imperio franceses, pero que había ido germinando, entre los más cultos, desde los años sesenta.En Francia se inventaron los artilugios que protegían la cara durante el empolvado del cabellos, y los “cucuruchos de cartón (que servían) para adaptarse encima de los vuelos” de las mangas mientras se comía; además, “se habían inventado otras máquinas y preservativos para librar de manchas el bordado de la chupa y las vueltas del pecho de la camisola”48.También el régimen de comidas, el servicio de la mesa y la vajilla y cubertería se transformaron siguiendo los dictados franceses. El primero, en aras de un régimen menos pesado, que concitó las burlas de Ramón de la Cruz:Ayer comí en una casay estuvo aquello mediano: no hubo las extravagancias de la sopa guarnecidani lo del pichón por barba. Había un lindo trinchero De menestra, otro de pasta, Un fricasé, una compota,Y una o dos pollas asadas, Que para quince en la mesa Es comida muy sobrada.49Con respecto a las guarniciones de la mesa, se sistematizó el uso del juego de cuchara, cuchillo y tenedor, y se diversificó el tamaño de los platos, apareciendo los de postre y los soperos –estos últimos se mencionan en Palacio Real en 1742-; soperas, corbellas, compoteras, salseras y otras piezas de mesa permitieron administrar los alimentos conforme a los dictados de la nueva gastronomía. Los modales de los comensales también mejoraron, merced sobre todo a las transformaciones de la cubertería, que incurva sus mangos para que el viaje de los bocados a los labios se abrevie y excusa separar los codos del cuerpo; el tenedor de pala sirve no sólo para pinchar sino también para recoger la comida; y las cucharas se apuntan o se redondean47 Benito Jerónimo de Feijoo, “Paralelo de las lenguas castellana y francesa”, op. cit., pág. 68.48 José Somoza, “Usos, trajes y modales del siglo XVIII”, op. cit., pág. 457.49 “El petimetre”, Sainetes de Don Ramón de la Cruz en su mayoría inéditos, cit., verso 180 y sigs.11