Page 77 - Actas Afrancesados y anglófilos
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El gesto fácil. La europeización de las maneras, entre la sociabilidad y la desenvoltura.Sofía Rodríguez BernisNo diremos que esta educación fuese mejor o peor que la del día. Sólo sabemos que vinieron los franceses, y como aquella buena o mala educación no estribaba en mi hermana en principios ciertos, sino en la rutina y en la opresión doméstica de aquellos terribles padres del siglo pasado, no fue necesaria mucha comunicación con algunos oficiales de la guardia imperial para echar de ver que si aquel modo de vivir era sencillo y arreglado, no era sin embargo el más divertido.1El conocido tapiz de la manufactura de los Gobelinos que representa el encuentro, en 1660, entre Luis XIV y Felipe IV y sus respectivos séquitos en la Isla de los Faisanes, revela dos mundos bien diferentes en gestos, apostura, indumentaria y colorido. Un siglo después, cuando la europeización de las maneras y de las costumbres avanzaba hacia su cénit, hubiera sido más dificultoso discernir la nacionalidad de cada grupo de participantes por su continente externo, aunque todavía estuvieran alejados en pensamiento y cultura: “Los europeos no parecen vecinos, aunque la exterioridad los haya uniformado en mesas, teatros, paseos, ejércitos y lujo, no obstante las leyes, vicios, virtudes y gobierno son sumamente diversos, y por consiguiente, las costumbres propias de cada nación”.2España no se sustrajo a la adopción del modelo humano y comportamental europeo, forjado fundamentalmente en Francia, al que se añadieron algunos ingredientes tardíos ingleses, que se aclimató con diversa fortuna en los distintos niveles socioculturales, aviniéndose en ocasiones con algunas costumbres locales. Fue adoptado con plena consciencia de su calado ideológico y filosófico por los intelectuales, que lo reformularon para adaptarlo a la realidad del país; y de manera superficial, como barniz externo, por la generalidad. Las convenciones arraigaron más extensamente que la moralidad.3 De estos dos extremos nos ocuparemos en este texto.Civilidad, urbanidad y cortesíaEl siglo XVIII contempló el ocaso de los arquetipos de conducta nobiliarios, derivados de los valores del sistema estamental, que se abandonaron progresivamente a favor del cultivo de las virtudes asociadas a la sociedad civil. El conocido principio en el que se fundamentan es el contrato social que formuló Rousseau, pacto del que se derivan las limitaciones que la voluntad general pone a la libertad individual. Esta formulación permeó el pensamiento de algunos de los ilustrados españoles más avanzados, como Francisco de Cabarrús -recordemos su origen francés-, que en su carta segunda escribía: “Mi libertad cesa cuando ofendo, o al pacto que me la asegura, o a los1 Mariano José de Larra, “Costumbres. El casarse pronto y mal”, El pobrecito hablador, noviembre 1832, Madrid, Imprenta Repullés, 1832, pág. 11.2 José Cadalso, Cartas marruecas, Madrid, Imprenta de Sancha, 1793 , carta II, pág. 5.3 Tomo esta frase de Graham Greene, que la utilizó en El ministerio del miedo. Que el lector lea la novela si quiere hallar el lugar preciso de la cita.1


































































































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