Page 76 - Actas Afrancesados y anglófilos
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la dinastía francesa, en cuya heráldica figura como seña aristocrática y de grandeza. No en vano es el color al que asoció la profundidad del misterio inmaculista por lo que su elección para el manto de la Dolorosa, en detrimento del negro, debe ser entendida como acertada decisión del escultor para reforzar el mensaje teológico de una talla que había de convertirse en la otra gran enseña de los nuevos valores sensibles que escenificaba el cortejo procesional del Viernes Santo murciano. De ahí también la precisa apuesta por el rosa de la túnica, símbolo del amor y la sabiduría divina, que se enriquece con la presencia de brillos de la plata entretejida para obtener un prodigioso cuerpo de luz que resalta los efectos emocionales buscados. Y todo ello bajo una hechura ligera, plagada de referencias cortesanas, que el mismo Salzillo diseñaría a través de unos patrones innovadores para una imagen de estas características, en los que se impone lo flexible y lo sinuoso, evocando aquellos vestidos volantes, vestidos a la Watteau, como muy bien demuestra la túnica original, cuyo coqueto corte ofrece un amplio vuelo acampanado y un ligerísimo plisado plano desde la espalda, a manera de pequeña cola, que los estrictos y recatados gustos del siglo XIX suprimirían en las túnicas sucesivas con las que se ha venido vistiendo a la imagen. Esa originalísima configuración, de inusitada y novedosa complejidad visual en una iconografía pasionaria, hoy muy transformada, queda corroborada en una plasmación pictórica de la época, un lienzo atribuido al pintor valenciano Joaquín Campos, conservado en la parroquia de San Miguel de Mula (Murcia), procedente de la colección La Canal-Blaya, donde a manera de trampantojo se representa la Dolorosa salzillesca, la de Jesús o cualquier otra de las muchas que de su taller salieron, conforme a ese cuidadísimo diseño que olvida la monumentalidad y la trascendencia barroca que encerraba el icono sagrado e inamovible en aras de la metáfora útil que la imagen devota debía ofrecer para la religiosidad moderna. La cosmovisión nobiliario-cristiana que proclama la talla, distintivo de una cofradía que impulsaba la doctrina católica bajo la convicción efectiva del papel preponderante que los miembros de la misma ejercían en la orbita social de la capital del reino de Murcia, se engrandece mediante el engranaje de una serie de pequeños elementos, meramente superficiales (lazos, cíngulos, blondina y tules) en una génesis tipológica, propiamente dieciochesca, que va a cambiar para siempre la tradicional visión de la imagen de vestir barroca al alcanzar en manos de Salzillo su dimensión más eficaz, incluso a través de la ostentación, para la transmisión efectista, a manera de oratoria visual, de la fe cristiana.En definitiva, todo el conjunto de la excepcional obra salzillesca viene a representar la visión de un hombre, gestado en una sociedad, la murciana, comprometido con su tiempo, con la popularización del gusto y con la popularización del arte, que él, como artista del rococó, concibe a través de lo hermoso y lo agradable que proporciona la vida terrena, abarcando su curiosidad todos los ámbitos que el siglo de la Ilustración puso a su disposición para la materialización de un universal concepto de la disciplina artística9.9 Manuel Pérez Sánchez, “...Todo a moda y primor”, Francisco Salzillo: testigo de un siglo, Murcia, Comunidad Autónoma, 2007, págs. 303-315.6