Page 69 - Actas Afrancesados y anglófilos
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la gestación... y con la menopausia. Más bien, creo yo, se trata de sugerir la función reproductiva del vientre femenino, pero tampoco sería raro que ese volumen que lo epifaniza, pusiera en valor lo más valioso que se esconde dentro. El sexo mismo.Estamos en un siglo que erotiza el cuerpo de la mujer, en contraste con la discreción creciente del cuerpo masculino. Lo erotiza como “otro”, ya digo, desde la perspectiva del que mira, que es el varón. Y yo creo que también erotiza la vida social pública. Es el siglo de Sade, de los novelistas y moralistas libertinos. De las estampas eróticas. De Fragonard, que ilumina el imaginario vestimentario del XVIII en Francia, y de Goya, que lo hará genialmente en España.De algún modo, aparece públicamente, ostensiblemente, la mujer objeto. Lo cual es una inmoralidad, y así es visto por los censores religiosos y por toda la reacción... Pero es que está naciendo la laicidad. El orden natural está sustituyendo al orden divino, la razón y la ley civil están sustituyendo a los mandamientos religiosos, y la ciencia a la creencia. Y todo esto viene, como los niños, de París. En un proceso imparable, que dura hasta hoy. Pero esa es la gran batalla, de la que los cambios en la mirada, en las políticas de los cuerpos, son solo consecuencias o, diríamos, reflejos.Es que la libertad pasa por ahí, por romper los esquemas represivos y declarar la verdad de los cuerpos, aunque sea una verdad tan artificiosa y antinatural como el corsé. Bien es verdad que el cuerpo vestido es siempre un artificio, una fabricación. Y no es casual que el corsé, de venta hoy en “corseterías” finas y lencería sex-shop, siga siendo, casi dos siglos más tarde, la prenda fetiche por excelencia. (Y, entre paréntesis, que convertida en prenda exterior, responda estupendamente al espíritu reaccionariamente iconoclasta y provocador de muchos diseñadores y de algunas tribus urbanas)El Siglo XVIII, por otra parte, conoce cambios sustanciales en la industria textil, con mejoras en los telares que preparan la próxima revolución industrial; y conoce también el florecimiento del tejido del punto, que consigue afinarse, adelgazarse, y que incluye a la mujer en la llamada “población activa”. Las célebres “tricoteuses” que acompañan la iconografía de la revolución francesa, hablan de trabajo en casa, pero también de pequeños talleres de punto, y, mediado el siglo, aparecerá la compañía de mujeres modistas llamada Les Maîtresses Couturières, dedicada a la confección de prendas femeninas, salvo corsés y guardainfantes. Y si eso pasaba en París, en Madrid – y en Toledo y Valencia, y en Barcelona, y en Londres- la cosa es muy parecida. El punto, que se reservará a la ropa interior masculina y a las medias de seda y lana para ambos sexos, espera pacientemente al siglo XX, para protagonizar la gran revolución indumentaria en la ropa de las mujeres. Una revolución que se llama Chanel, y que dará el verdadero giro copernicano a la intención de ropa y cuerpo femenino: convertirlo, de objeto, en ostensiblemente sujeto.Así como el XVIII prefija la ropa masculina, o “da con ella” por así decir, y es el momento en que se consagra la identidad masculina del hombre libre, no será hasta el primer tercio del XX cuando se pongan las bases indumentarias e ideológicas de la identidad femenina, de la mujer libre. Y es Chanel la que, movida por la historia, por la reciente tradición feminista, por el espíritu de una época iconoclasta y vanguardista, sedienta de libertad, cambiará, por fin, la intención de la ropa de la mujer, cambiará el sistema y su intención. Fuera el corsé, para empezar. Faldas cortas, a la rodilla, y rectas, o como mucho, tableadas. Y el punto: los jerseys, sencillos, casi infantiles. Naturales. De inspiración popular. El traje de chaqueta, que a finales del XIX era la insignia sufragista, ahora se reafirma con la falda corta, centímetro arriba o centímetro abajo, y la chaqueta desceñida, suelta, flexible. El negro, que empieza a ser un color y que se descarga de contenidos simbólicos –edad, estado civil, luto, clase. El pantalón para uso femenino. Los zapatos de medio tacón y a dos tonos. Las sandalias.4