Page 68 - Actas Afrancesados y anglófilos
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La historia del traje femenino es la historia de la ropa interior. Es en las prendas interiores donde hasta hoy se da la batalla, en una serie de oposiciones que podríamos reducir a un par: cubierto-descubierto, referido al cuerpo, armado-drapeado referido al traje. La resolución de cada par no es tan simple como podría parecer ahora, porque el cuerpo mismo es complejo y sobre todo, se ve desde perspectivas distintas y también complejas. Así que hay muchos “trozos” (¿piezas? ¿miembros?) que cubrir o que dejar al descubierto, y, en la dinámica armado-drapeado, pasa un poco lo mismo: que se puede “armar” un “trozo”, un sector, un “miembro” del cuerpo, literalmente, una pieza del traje, y drapear otro.... Las modas de las distintas épocas marcan precisamente el sistema en que estas dos oposiciones básicas se van a plasmar en la ropa, y las estrategias de las distintas pertenencias para expresarse y contarnos su visión del mundo. Porque son muchas las cosas –las ideas, las razones, los sentimientos- que nos cuenta la ropa. Pero en el análisis tenemos que tener en cuenta que, como querían los estructuralistas, las dos opciones –armado y drapeado, cubierto y descubierto- estarán presentes en el sistema, así sea como ausencia, como los silencios en música, porque en las épocas más armadas, el drapeado sigue poblando el imaginario. Así que ahora, en el XVIII, aunque los pintores pinten drapeados, y aunque algunos grupos de corte vistan fugazmente a la griega, las mujeres visten armado: en la historia de su ropa interior, se mantienen esos caparazones moldeadores, aunque haya tantos deslizamientos semánticos, aunque se de un prodigioso, maravilloso, cambio de intención.Efectivamente, el cartón de pecho deja su lugar al corsé, pero cambia de intención, es decir, cambia la política del cuerpo femenino, al poner de relieve los senos, realzados y alzados, y puestos en valor por amplios escotes. Incluso con la moda imperio, es bajo el pecho, puesto absolutamente en valor, donde se sostiene el traje. Sólo la androginia de finales del XX quitará definitivamente el protagonismo a esos pechos “descubiertos” ahora, para dárselo a las piernas, pero para eso habrá que esperar al siglo XX. No obstante, el revoltijo de las contradicciones está empezando.... Y con el corsé, el verdugo o verdugado deja lugar al guardainfantes y más tarde a las crinolinas y polisones, nuevo cambio de intención esta vez, para poner en valor el derrière, el trasero.La cintura es el centro de gravedad del traje femenino, y del cuerpo, es más, es el centro de la mirada, y eso durará doscientos años, o más, si contamos la estela de Dior, que recorre, reaccionaria ahora, la segunda mitad del siglo XX, y a trancas y barrancas, hasta nuestros días.Cambios de intención: el cartón de pecho, ese justillo duro, aplastaba los senos para sacarlos de la mirada y su lascivia. El corsé se ocupa de la cintura y el torso justo hasta debajo del pecho, y aprieta el cuerpo hasta condiciones infranaturales, pero esas cinturas de avispa presentarán los senos ampliados por decirlo así. Imaginen los cambios del movimiento de la respiración, de un estómago paralítico por el corsé, al tórax alto, a la altura de los homóplatos, una zona que el cuerpo femenino libre mueve poco (isalvo que haga pilates!), y comparen esa nueva vida de los senos con la quietud aplastada bajo el cartón de pecho. Comparen también la tela púdica hasta el cuello con esos escotes arriesgados y sugerentes, como nunca antes, y adornados con encajes, gasas, tules, que dejan ver el nacimiento del pecho.Y qué decir del guardainfantes, esa especie de cancán duro sujeto a la espalda primero, y a la martirizada cintura después, que soporta los muchos metros de tela que se abrirán en el suelo en esas faldas amplias y vaporosas.Su nombre es realmente ambiguo. Se dice que el guardainfantes pretendió esconder o proteger el posible embarazo de una cocotte real, francesa, claro, pero esa cintura... las mujeres sabemos que la cintura es lo primero que se pierde y redondea con3