Page 57 - Actas Afrancesados y anglófilos
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Además de su faceta de mecenas y coleccionista, María Josefa Pimentel se convirtió en la anfitriona del salón más importante de Madrid. Un espacio público y nuevo en donde hombres y mujeres se relacionaban intelectual y culturalmente en pie de igualdad, sin atender a su origen social, y en donde se conversaba sobre cuestiones literarias, científicas, sociales y políticas.Primero en el palacio de la Puerta de la Vega y posteriormente en el Capricho de la Alameda, María Josefa organizaba tertulias en las que se reunían los amigos íntimos y los intelectuales protegidos de los duques, entre los que destacaban el marqués de Manca, Jovellanos, Tomás de Iriarte, Moratín, don Ramón de la Cruz, don Manuel de la Peña, marqués de Bondad Real -quien ejercía el cortejo de la duquesa-, así como científicos de la talla de Agustín de Betancourt o Alexander von Humbold -durante su estancia en España en 1799-, diplomáticos extranjeros, músicos, cómicos, bailarinas, etc. En estas reuniones, como recogió la condesa de Yebes, se podía discutir sobre el último libro llegado de Francia, la tonadilla popular, el torero en boga, la actriz de fama y los azares de la política.39 Y fue considerado como el salón más ilustrado de su época por los invitados que asistían, los temas que se trataban y «el aire de renovación de ideas» que allí se respiraba, a nivel cultural, económico y científico, que chocaba con las líneas conservadoras de pensamiento de la época y en especial con el clero, ya que a la larga implicaba un nueva forma de modelar las conciencias.401808, fin de una época ilustradaLa Guerra de independencia supuso una abrupta interrupción de las iniciativas puestas en marcha por María Josefa Pimentel. En 1807 la propia condesa-duquesa, que acababa de perder a su marido, reconocía, ante la petición de protección del tenor Manuel García -una de las estrellas más aplaudidas del teatro de los Caños del Peral-, que «las actuales circunstancias en que se halla mi Casa no me permiten el proteger como en otro tiempo a los artistas».41Al año siguiente, ante el temor de la llegada de Napoleón a la capital, abandonó Madrid junto a su familia para instalarse en Cádiz, en donde residió cinco años.Tras la contienda, luchó por recuperar sus propiedades, que durante la Guerra habían sido confiscadas, y reconstruir sus estados, que sufrieron importantes daños, especialmente en Benavente, en donde la fortaleza con el archivo familiar y el convento de San Francisco, sede del panteón familiar, ardieron casi por completo. Y poco a poco, hasta su muerte en 1834, consiguió poder volver a promocionar artistas, comprar libros y celebrar salones, ya con el protagonismo compartido de los nietos de la anfitriona, en los que todos los domingos continuó recibiendo a diplomáticos e intelectuales.Complutense de Madrid o la del Museo Arqueológico Nacional. Respecto al archivo familiar, se conserva íntegramente en la sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional.39 Condesa de Yebes, op. cit., pág. 283.40 Paloma Fernández-Quintanilla, La mujer ilustrada en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Cultura, 1981, págs. 36-39.41 Nicolás A. Solar Quintes, “Las relaciones de Haydn con la Casa de Benavente”, Anuario musical, 2, 1947, pág. 99.10


































































































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