Page 56 - Actas Afrancesados y anglófilos
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numerosas compras de libros en el extranjero -una de las principales vías para la llegada de ideas ilustradas-, y cuando las trabas para importarlos se hicieron difíciles de salvar, no dudó en hacérselos enviar a través de ministros extranjeros con los que mantenía buenas relaciones, como el conde Brunetti, embajador austríaco en Madrid en 1831, por valija diplomática.32La duquesa gustaba de estar informada de las últimas novedades, y en una ocasión no dudó en reprender al académico Pougens -que también era el correspondiente literario de la emperatriz de Rusia, que regularmente la enviaba periódicos y las últimas publicaciones, y con el que trabó durante su estancia en París una amistad que perduró durante toda su vida-, por no haberla informado de que el Genio del Cristianismo de Chateaubriand se había publicado en 1802.33 Y es muy posible que fuera este estudioso quien le remitiese desde París un catálogo de libros disponibles formado por 6.500 títulos, en su mayoría de autores franceses o ingleses traducidos al francés, entre los que no faltaban los enciclopedistas y otros autores expresamente prohibidos en España por la Inquisición.34El criterio seguido por María Josefa para las adquisiciones era la temática -historia, filosofía, economía, política, agricultura y botánica, geografía, bellas artes, y un largo etc.- y el contenido de las obras, y no sólo la calidad de su edición, como sucedió hacia 1802 cuando el bibliotecario de la condesa-duquesa, el padre Liciniano Sáez, miembro de la Real Academia de la Historia, ante la llegada del catálogo del editor parmesano Bodoni, el mejor impresor europeo del momento, respondió que «una bibliotheca insigne debe no escasear de los libros magistrales de todas las ciencias, y artes, y no cargarse de los inútiles, o de poquissima sustancia, con solo el pretexto de pulida expresión».35 Además de las adquisiciones, la biblioteca de la duquesa también se nutría de regalos y de obras dedicadas, entre las que destacaban significativamente algunas como la traducción que Ines Joyes hizo de una novela de Johnson con el título de Apología de las mujeres.36 O bien de manuscritos de obras que tuvieron dificultades para ser editadas, como las Cartas marruecas de Cadalso, que Josefa Pimentel mandó copiar cuando el Consejo de Castilla impidió su publicación.37Aunque su marido se lo tenía prohibido, sabemos que María Josefa, en ocasiones justificadas, prestaba libros a amigos y literatos como Moratín. Este mismo deseo de facilitar el acceso al rico patrimonio librario reunido hizo que el X duque de Osuna intentara abrir la biblioteca familiar del palacio de Leganitos al público, contabilizándose por entonces unos 35.000 impresos, entre los que se figuraban desde importantes incunables a las descripciones de los descubrimientos arqueológicos de Herculano o veintitrés volúmenes con grabados de Piranesi, así como una importantísima colección de manuscritos.3832 Ibíd., pág. 197.33 Sobre la amistad y la correspondencia de ambos, condesa de Yebes, op. cit., págs. 189-199.34 BNM, mss. 11.140, citado en Pedro Navascues, “Casas-palacio de la familia Osuna”, cit., pág. 134.35 Biblioteca Nacional de Madrid, Res/227/21, citado en condesa de Yebes, op. cit., pág. 38.36 En teoría se trataba de una traducción de una novela de Johnson, pero en realidad era un ensayo de treinta páginas sin contacto alguno con la obra original, que constituía un simple pretexto para que la traductora expresara sus propias ideas sin arrostrar la incertidumbre de publicar un trabajo original. Mónica Bolufer Peruga, Mujeres e ilustración. La construcción de la feminidad en la Ilustración española, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 1998, pág. 338.37 Carmen Añón y Mónica Luengo, op. cit., pág. 29.38 En 1886 la biblioteca y el archivo de la casa de Osuna fueron adquiridos por el Estado. El fondo manuscrito de la biblioteca se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, mientras que el de impresos se encuentra repartido entre esta institución (6.500 vols.), la Biblioteca del Senado, y otras instituciones como la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, la Biblioteca de Filología de la Universidad9