Page 54 - Actas Afrancesados y anglófilos
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principales artistas de la corte, vinculados a la Casa real y a la Academia de San Fernando.26Para la remodelación y mantenimiento de sus distintas residencias, entre los arquitectos al servicio de la condesa de Benavente destacaron Mateo Guill, Manuel Machuca y Vargas y Juan Pedro Arnal, que jugaron un importante papel en la renovación de la arquitectura dentro de la Academia de San Fernando.27Uno de los importantes artistas que pasaron al servicio de María Josefa Pimentel tras la muerte del infante don Luis en 1785 fue Francisco de Goya. Un año antes de conseguir el cargo de pintor del rey, se ocupó de retratar a los miembros de la familia, con los que llegó a tener una enorme familiaridad, y para los que trabajó hasta 1816, fecha en que realizó el retrato del X duque de Osuna conservado en Bayona.En 1787 concluyó una serie de pinturas con «asuntos de campo» realizadas ex profeso para la decoración de la Alameda -de las que formaban parte El columpio, La cucaña, La caída, etc.-, y que fueron colocadas en una sala alargada que formaba parte de las estancias privadas de la duquesa que recibía el nombre de «gabinete de países». Al año siguiente el pintor recibió el encargo de decorar la capilla de San Francisco de Borja en la catedral de Valencia, de la que María Josefa era patrona. La duquesa se ocupó personalmente de elegir las escenas de los dos grandes lienzos que Goya debía pintar, de los que se han conservado los bocetos, y en uno de los cuales el escenario donde el santo se despide de su familia muy probablemente corresponde a la gran escalera del patio del palacio familiar de Gandía, en un significativo intento de dar verosimilitud histórica a la pintura, poniendo en valor el patrimonio dinástico.Además de encargar al pintor numerosos retratos de miembros de su familia y de su círculo de amistades, posteriormente los duques también adquirieron para la decoración del Capricho los bocetos para los cartones para los tapices del Pardo que representaban La pradera de San Isidro y las Estaciones, y las seis pinturas de «asuntos de brujas», abonadas en 1798, que decoraron el gabinete de la duquesa. La obra gráfica de Goya también interesó a los duques de Osuna y en 1799, nada más ser publicados los Caprichos, María Josefa se hizo con cuatro ejemplares de las primeras ediciones.28Junto al nombre de Goya en el archivo familiar también se conservan numerosos pagos a uno de sus colaboradores, Agustín Esteve, que combinó el trabajo de retratista de la familia con el de profesor de dibujo de los hijos de María Josefa, y que trabajó para la Casa hasta 1820. El pintor y escenógrafo milanés Ángel María Tadey fue el diseñador de los pequeños edificios que se construyeron en el jardín pintoresco de la Alameda, además de ocuparse de montajes teatrales, del túmulo construido en 1797 para la condesa viuda de Benavente, madre de María Josefa, instalado en el oratorio de San Felipe Neri en Madrid, así como de numerosas decoraciones al fresco de las distintas residencias madrileñas de la familia. El pintor Carrafa se ocupó de poner a salvo la colección de pinturas familiar durante la Guerra de Independencia, y en 1811 viajó a Londres a expensas de la condesa-duquesa. Y el grabador José Jimeno fue el autor de26 Sobre este tema sigue siendo una excelente síntesis el trabajo de Joaquín Ezquerra del Bayo, Retratos de la familia Téllez-Girón, novenos duques de Osuna, Madrid, Blass, 1934.27 Respecto a estos arquitectos sigue siendo fundamental Carlos Sambricio, La arquitectura española de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1986, págs. 343-347, 360-363 y 304-310 respectivamente.28 Sobre la relación de Goya con la familia de los duques de Osuna, los siguientes títulos recogen la bibliografía fundamental: Juliet Wilson Bareau y Manuela B. Mena Marqués, Goya el capricho y la invención. Cuadros de gabinete, bocetos y miniaturas, Madrid, Museo del Prado, 1994; Francisco Calvo Serraller, (com.), Goya: la imagen de la mujer, Madrid, Fundación de Amigos del Museo del Prado, 2001; Carmen Añón y Mónica Luengo, op. cit., págs. 91-118.7


































































































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