Page 55 - Actas Afrancesados y anglófilos
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las estampas que se hicieron para conmemorar las decoraciones efímeras y los festejos celebrados en las residencias familiares con motivo de la proclamación de Carlos IV.Entre los escultores al servicio de la casa, además del ya mencionado Pagniucci, destaca Juan Adán, autor de la escultura de Venus que decoraba el Abejero de la Alameda, anteriormente encargada a Juan Chaez. La extensa nómina de artistas que trabajaron para la condesa de Benavente se puede continuar con los nombres de plateros como Martínez, diamantistas como Leonardo Chopinot, los artistas que trabajaron para la familia en París como Sicard, discípulo de Isabey, o el miniaturista Bouton, y un largo etcétera.María Josefa también era muy aficionada a la música. En su palacio disponía de una orquesta y numerosos instrumentos musicales, en las ciudades donde residió siempre formó una importante capilla, y a lo largo de su vida reunió una considerable biblioteca musical que sobrepasaba los dos millares de títulos. Estaba formada por piezas encargadas a compositores europeos como Haydn o Saverio Mercante, las compuestas por músicos al servicio de la Casa como Boccherini, contratado en 1786, así como obras adquiridas a proveedores españoles y europeos, regalos, piezas dedicadas y copias.Además la duquesa fue mecenas de las distintas compañías públicas de ópera de Madrid, entre las que destacaba la italiana del Teatro de los Caños del Peral y las de los teatros del Príncipe y de la Cruz.29 También protegió a cantantes, como la mezzosoprano portuguesa Luisa Todi, que se alojó en su palacio durante cuatro meses, y a bailarinas como María Medina de Viganó. Con todas ellas mantuvo a lo largo de su vida una interesante correspondencia, de enorme riqueza para conocer interesantes detalles sobre las condiciones laborales de estas artistas que trabajaron en las principales cortes europeas.30La condesa-duquesa de Benavente también era muy aficionada al teatro. Acudía con frecuencia a los coliseos madrileños y en su residencia disponía de un pequeño escenario en donde celebraba pequeñas representaciones, para las que Iriarte escribió textos como El don de gentes o Donde menos se espera salta la liebre, y don Ramón de la Cruz El día de campo. Además de proteger a literatos, también patrocinó a actores teatrales como Pepa Figueras o Isidoro Máiquez, al que sabemos que costeó una estancia en París para que ampliara su formación.La biblioteca y el salón de María Josefa PimentelLa condesa-duquesa también era una infatigable lectora31, uno de los placeres afrancesados por excelencia, y tanto ella como su marido disfrutaron de una licencia de la Inquisición para poder leer libros que formaban parte del índice de títulos prohibidos. A lo largo de su vida María Josefa Pimentel se dedicó a ampliar el rico patrimonio librario que había heredado de sus antepasados, y a través de sus agentes realizó29 Sobre este aspecto véase el completo trabajo de Juan Pablo Fernández González, La música en las Casas de Osuna y Benavente (1733-1882): un estudio sobre el mecenazgo de la alta nobleza española, Zaragoza, Sociedad Española de Musicología, 2007, que recoge amplia bibliografía sobre el tema.30 “Virtuose”: Viaggi e stagioni nell’ultimo decennio del settecento: Carteggio de Maria Medina Viganò, Brigida Banti, Luigia Todi e Teresa Monticini con la duquesa de Osuna, Madrid, Istituto Italiano di Cultura, 1979.31 Sabemos que durante su estancia en Barcelona en 1781 los médicos la recomendaron reposo durante su embarazo, y durante este período María Josefa pudo dedicarse al placer de la lectura, solicitando que la enviaran dos ejemplares de El Quijote, el Arte Poética de Horacio que había traducido Iriarte y su obra Donde las dan las toman, y libros de poesía, entre ellos los de Meléndez. Condesa de Yebes, op. cit.,pág. 31.8