Page 50 - Actas Afrancesados y anglófilos
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honor de los Papas de la familia Borja -Calixto III y Alejandro VI- que descansaban en la Ciudad Eterna.9En el terreno privado, la condesa-duquesa de Benavente destacó por la completa y esmerada educación que dio a sus cinco hijos -muy queridos y deseados tras perder a varios a muy temprana edad-, de la que se ocupó personalmente, poniendo en práctica las nuevas teorías sobre la pedagogía infantil que, surgidas en la Ilustración, subrayaban la importancia de los lazos afectivos entre padres e hijos, tal como se puede apreciar en el retrato que Goya hizo de la familia en 1788, conservado en el Museo del Prado (il. 1), y más tarde buscando adecuados preceptores que se ocuparan de proporcionarles una completa formación en las más diversas disciplinas, que iban de la música a la astronomía, para lo que hizo traer de Londres un telescopio (il. 2), que es probablemente el que aparece en el retrato que Esteve realizó del joven Francisco de Borja, futuro X duque de Osuna, en 1797.En definitiva, la figura de María Josefa Pimentel se puede considerar una excepción excepcional, como la calificó en su intervención en las conferencias de este ciclo Elena Aguado Cabezas. En este trabajo nos vamos a centrar en su relación con las artes y en los espacios de sociabilidad que patrocinó para la difusión de los nuevos gustos e ideas ilustradas hasta 1808.Espacios para una corte ilustradaLas distintas residencias de María Josefa se caracterizaron por estar siempre a la vanguardia de las necesidades que dictaban la etiqueta, la moda, el confort y las inquietudes de su propietaria. Sus palacios fueron famosos por sus interiores, decorados con mobiliario, sedas y chinerías importadas de Francia, por los jardines diseñados y cuidados por jardineros galos y adornados con plantas y árboles de esta procedencia, por la riqueza de la biblioteca familiar que María Josefa y su marido reunieron, en la que se podían encontrar las últimas novedades extranjeras, y por las obras que albergaban, realizadas por algunos de los mejores artistas de la corte, que trabajaban al servicio de la condesa-duquesa y que junto al resto del personal al servicio de la Casa, entre españoles, franceses e italianos, en 1780 alcanzaban el número de tres mil personas.10Este gusto francés era muy común en la época, y los moralistas tendieron a ridiculizarlo poniendo de relieve los comportamientos más extremos, como cuando el padre Isla afirmaba que «yo conocí en Madrid una marquesa, que aprendió a estornudar a la francesa».11Pero en María Josefa su interés hacia la cultura francesa iba más allá del mero seguimiento de la moda. Tomás de Iriarte, en la Epístola jocoseria que dedicó a la condesa-duquesa, proclamaba que María Josefa Pimentel había adornado su vivienda «de manera que el menor de sus muebles exquisitos indica la excelencia de su dueña».12 Y en este mismo sentido Lady Elizabeth Holland, buena amiga de la Pimentel, aseguraba que «ha adquirido el gusto por el lujo francés, sin perder la magnificencia, ni la hospitalidad españolas».13 Además, tenemos constancia del profundo interés de la condesa por el conocimiento de los espacios domésticos del país vecino, ya que en9 Sobre este tema, condesa de Yebes, op. cit., págs. 128-139.10 Ibíd., pág. 17.11 Ibíd., pág. 71.12 Ibíd., pág. 15, n. 21. Sobre este tema, Roxana Pérez Hidalgo, “La Epístola jocoseria a la Excma. Sra. Condesa de Benavente de Tomás de Iriarte”, Brigecio, núm. 10, 2000, págs. 153-172.13 Condesa de Yebes, op. cit., pág. 37.3


































































































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