Page 39 - Actas Afrancesados y anglófilos
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se confundía directamente con la prostitución: al baldón de trabajar con su cuerpo y exponerlo provocando emociones (tal es su cometido), se unía el hecho de que casi todas estaban protegidas por algún “caballero”, lo que cerraría el círculo de su destino de “pecadoras”. Pero sin actrices y «autoras»21 no habría teatro; por el contrario, ellas constituían parte indispensable de la escena y de su talento dependía el éxito del espectáculo y la aceptación del público. A ello contribuyó que su fama trascendiera los límites del “ejercicio” en cada temporada, convertidas en personajes públicos objeto de adoración y, a la vez, pasto de pasquines, folletos y composiciones que daban cuenta de sus amoríos.En contraposición a la alta dignidad que la teoría ilustrada otorgó a la función social de madre, en tanto que educadora de los hijos, ninguna de las mujeres mencionadas (con independencia de su estatus) obtuvo reconocimiento de autoridad por su buen hacer profesional o por el estímulo de su mecenazgo. Aún así todas estas fueron sujetos activos de su propia vida, aprovechando cada cual a su manera las ventajas y el margen de actuación que les proporcionaban sus respectivos espacios de desenvolvimiento.Ya hemos mencionado la introducción en España del llamado teatro «a la francesa», una “moda” patrocinada desde el poder por gentes como Aranda y Olavide por la que se importaron escenografías, formas de declamación, temas y autores muy diferentes a los de la tradición española. Con todo ello se pretendía una reforma de la escena que afectaba no sólo a los géneros dramáticos sino también a todos los aspectos materiales de la representación y especialmente a las formas de interpretar. Lo primero que los teóricos del teatro reclamaron de los intérpretes fue la «declamación interior», esto es, natural y ajustada a los requerimientos del cada texto, conteniendo la gesticulación corporal; además críticos como Francisco Mariano Nifo (en el Diario Extranjero), Moratín padre y, sobre todo, Cándido Ma Trigueros (en sus reseñas del Diario de Madrid, en los años ochenta) exigían la modelación en todo a la francesa; un tipo de teatro al que Olavide ya había promocionado en Sevilla traduciendo él mismo algunas piezas del francés y creando una escuela de declamación.Pero toda esta renovación debía materializarse por cómicos que habían accedido al oficio sin más aprendizaje que la práctica y los modos transmitidos de unos a otros y que ahora debían aprenderse muy bien los textos porque la nueva representación exigía suprimir al apuntador; tampoco se trataba de aristócratas o intelectuales, sino de personas muy poco cultivadas. Por eso destaca aún más el éxito de actrices como la jovencísima María Ladvenant, quien ya en 1763 obtuvo la aprobación entusiasta de Nifo por su renovador trabajo de protagonista en Casarse por vengarse (de Rojas Zorrilla), y sin perder el fervor de un público rendido a las novedades por el buen hacer de la actriz principal. Otras como Josefa Carreras, María Bermejo, las hermanas María y Manuela Duque, Catalina Tordesillas, Gertrudis Valdés y Ma Rosario Fernández, “La Tirana” (sobrenombre adoptado de un papel desempeñado por su marido, también cómico), desempeñaron con gran éxito su oficio «a la francesa», en la compañía de los Reales Sitios, durante varias temporadas de los ocho años de su existencia22.21 «Autoras» o autores se llama a quienes dirigen la compañía, se entienden con la Administración que otorga licencias de representación y aprueba o no las obras a representar (la Junta de formación de Compañías), dirige los ensayos y a los actores. Ver, Emilio Cotarelo y Mori, Actrices españolas en el siglo XVIII, Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 2007.22 La compañía de los Reales Sitios cae en desagracia en 1773, cuando Aranda (a quien se debe la iniciativa de crear una escuela para enseñar a los actores a modelarse en el gusto neoclásico) es apartado de Madrid y enviado a la embajada de París. Dicha compañía estuvo dirigida por José Clavijo y Fajardo y técnicamente asistida por Mr. Luis Azema y Reynaud, quien daba el tono a los actores y les enseñaba la8