Page 37 - Actas Afrancesados y anglófilos
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todo el mundo». Indudablemente este sentimiento de gozosa independencia está tan lejos de la postulada virtud femenina tradicional, como del estilo de madre sublime cuyo mayor placer debe residir en entregar todo su tiempo a las necesidades de los suyos. Un modelo este último que no pertenecía al pasado oscuro, sino que preconizaban los más iluminados.Toda la literatura se manifiesta como el primer vehículo de comunicación y recepción de ideas, desde el que se expresan tanto la crítica ilustrada como sus refutadores. De las dimensiones que tal medio pudo alcanzar da idea el Índice de libros prohibidos elaborado en 1789, que ocupa 289 páginas a doble columna, donde se contienen las obras consideradas “malditas” por la Inquisición muy poco antes de que se produjera el estallido revolucionario en Francia15. A pesar del obstáculo que suponían las prohibiciones, circularon todo tipo de obras procedentes del extranjero (aunque en medios cultos y por tanto minoritarios), especialmente traducciones de los principales filósofos franceses; al menos mientras los ministros ilustrados de Carlos III pudieron controlar al Santo Oficio desde el poder civil, sin plantearse su supresión.Junto a los libros hay que señalar la expansión de la prensa periódica a lo largo del XVIII, cuyas principales cabeceras —El Censor, dirigido por Cañuelo o El Pensador de Clavijo— siguieron también modelos externos, como el Spectator; pero junto a estos portavoces de las diferentes propuestas reformistas se publicaron otros periódicos, que con frecuencia acogían el debate sobre las mujeres (Miscelánea instructiva y curiosa, 1797; Correo de los ciegos, 1787, 1789) o que se pensaron para afirmarlas y crear opinión a su favor16. Es el caso, entre otros, de La pensatriz salmantina (1777), desde el que la firma «Escolástica Hurtado» publicitó la cuestión de la capacidad intelectual de las mujeres, “la igualdad de entendimiento” de los dos sexos y, en consecuencia, la injusticia de vedar el conocimiento a las del suyo17. La particular ventaja de las publicaciones periódicas reside en que trascendían a los lectores/as individuales, proporcionando noticias y temas de tertulia en lugares públicos y en la vida familiar de la sociedad más acomodada, de forma que sus contenidos llegaban a gentes que no los abordaban directamente. La lectura patriarcal, en el seno del hogar, donde el padre u otra persona leían para el resto, debió constituir para muchas mujeres la primera fórmula (o la única) de asomarse a las ideas del siglo, aunque a veces a través de los escritos de quienes las rechazaban.Por el contrario, a juzgar por algunas de sus bibliotecas, la minoría culta femenina conocía varios idiomas modernos, preferentemente el francés, y las obras más influyentes del momento. Margarita Hickey tradujo obras de Racine y de Voltaire; otras se interesaron por la literatura femenina francesa, como Ana Muñoz, traductora en 1797, de Madame d’Épinay (Conversaciones de Emilia) o Ma Rosario Romero que hizo otro tanto con Cartas Peruanas, novela filosófica de Madame Graffigny. Lo mismo que existen preferencias diversas por temas de lectura y autores, obviamente no todas las mujeres suscribieron la misma actitud ante las novedades. Entre las lectoras y escritoras se reproduce la misma heterogeneidad de posiciones y de ideas que en el resto de la sociedad española y europea de la época; pero las más conscientes desarrollan una conciencia de ser mujeres que conciben como un hecho colectivo; por eso buscan el15 Manuel Moreno Alonso, Ingleses, franceses y prusianos en España (Entre la Ilustración y el Romanticismo), Sevilla, Ediciones Alfar, 2004, pág. 272; Richard Herr, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, 1971.16 Mónica Balufer, op. cit., pág. 499-501.17 “Dexense, pues, ustedes de reducir toda la ciencia y comprensión femenina al gobierno de la aguja, al manejo de la rueca, de la escoba y de la almohadilla, y a la superintendencia de los pollos, las gallinas y los gallos”, fue la reclamación (no exenta de humor) de esta articulista, en la que además realiza un recorrido exhaustivo por las ocupaciones domésticas más comunes a todas las mujeres.6