Page 24 - Actas Afrancesados y anglófilos
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realizaban copias con pintura al óleo.10 La cifra de estudiantes que recibieron el codiciado brevet para Roma variaba anualmente, superando, por lo general la cifra de seis, que había sido estipulada por el marqués d’Antin, Directeur des Bâtiments entre 1708-1736, y que debieron repartirse a partes iguales entre los pintores, escultores y arquitectos.11 Ese concepto, fijado ya por Felipe V en 1745, mantuvo la Academia de San Fernando en las normativas de las pensiones de Roma de 1758.12 Aquí se precisó que los pensionados serían dos de pintura, dos de escultura y dos de arquitectura, y que las becas durarían seis años, periodo que equivalía al tiempo que habían disfrutado los primeros becados de Felipe V, Peña y Pernicharo.13L’Académie de France suscitó admiración y envidia entre sus contemporáneos y era el modelo al que aspiraban otras naciones. En esa línea se inscriben los elogios de Francesco Algarotti cuando exclama en 1763 en su famoso Saggio sopra l’Accademia di Francia: “In quale grandissima utilità per le buone arti non potrebbe egli tornare, se in Venezia, in Bologna, e in Fiorenza l’Accademia Francese di Roma ci avesse come altrettante colonie, che da lei fossero diramate!”14 Elogiada por su excelente colección de yesos, la institución figura en 1763 también en la popular guida de Filippo Titti sobre la Descrizione delle pitture, sculture e architetture esposte al pubblico in Roma: “E tutto pieno de’gessi di tutte le piu eccellenti statue che sono in Italia”.15 Comprensibles son por lo tanto las palabras emitidas por el Auditor de la Rota, monseñor Alfonso Clemente de Aróstegui, que escribe en 1745 que: “El embajador de Francia (...) me llevó estos días a ver su Academia en que tuve mucho gusto pero mucha envidia, que así se suscita más al ver la general afición a estas Artes, pues Cardenales, Príncipes y particulares todos hablan de ello y sus progresos. Ya veo que no estamos para galas por las ocurrencias de guerra, pero por el honor de nuestra Nación quisiera tuviésemos aquí sino tanto como Francia alguna forma de Academia.”16 Aunque habrá varios intentos de buscar una casa-academia para los pensionados en Roma,17 el proyecto de una morada en común, donde se alojan y trabajan los becados, no se materializará hasta 1873, cuando la Academia de España en Roma acoge a sus primeros pensionados en la colina Janicolense, junto al emblemático Tempietto de Bramante en San Pietro in Montorio.A mediados del siglo la Junta Preparatoria madrileña centró sus esfuerzos en la creación de lo que será a partir de 1752 la Academia de San Fernando y en la regularización de las pensiones de Roma. Gracias a las investigaciones de Claude Bédat y Jesús Urrea y la documentación publicada del Archivo de la Academia de San Fernando y del Archivo General de Simancas es bien sabido el papel que jugó la Academia de San Luca y la academia francesa en la creación de la academia en Madrid,10 Henry Lapauze, op. cit., vol. 1, págs. 227-228 y Nikolaus Pevsner, Academies of art, past and present, Cambridge, The University Press, New York, Macmillan, 1940, pág. 177.11 Correspondance des Directeurs, cit., vol. X (1742-1753), pág. 122 y Henry Lapauze, op. cit., vol. 1, pág. 229. Generalmente se enviaron cuatro pintores, cuatro escultores y cuatro arquitectos.12 Claude Bédat, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cit., págs. 250 y 252.13 Jesús Urrea, Pintores españoles en Roma a mediados del siglo XVIII, cit., pág. 371.14 Francesco Algarotti, Saggio sopra l’Accademia di Francia che è in Roma (1763), G. Da Pozzo (Ed.), Bari, 1963, pág. 42.15 Filippo Titti, Descrizione delle pitture, sculture e architetture esposte al pubblico in Roma, Roma, 1763, pág. 324.16 Publicado por Jesús Urrea, “El marco de las relaciones artísticas hispano-romanas en el siglo XVIII”, El arte foráneo en España. Presencia e influencia, XII Jornadas internacionales de Historia del Arte, Madrid, 22-26 de noviembre de 2004, Actas, Madrid, CSIC, 2005, pág. 30.17 Sobre los intentos de alojar a los pensionados en la casa-hospital de Santiago de los Españoles en Roma véase Amada López de Meneses, Las pensiones que en 1758 concedió la Academia de San Fernando, cit., págs. 279-283.3


































































































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