Page 23 - Actas Afrancesados y anglófilos
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Cortona y Andrea Sacchi.4 La destreza adquirida en las clases matinales sirvió para que los artistas sacasen copias fidedignas de los originales. Según los estatutos de la institución, firmados por Colbert en 1666, las copias tenían que ser mandadas a París, para que decorasen jardines y palacios. El ministro de Luis XIV exigía, como lo harán sus sucesores en el puesto del Directeur des Bâtiments, que se copiara sin cesar para que no faltara en París nada de lo Bello que hubiera en Roma.5 Los envíos anuales de los trabajos se convirtieron a partir de 1737 en condición obligatoria para los pensionnaires6 -práctica cumplida también por los becados de Felipe V, Peña y Pernicharo, que enviaron copias a Madrid, entre ellas lienzos con los frescos de la Farnesina.7La idea de los envíos de trabajos la acogerá también la Academia de San Fernando en la Instrucción para el director y los pensiona.s pintores y escultores en Roma, redactada en 1758 por Ignacio de Hermosilla. Los trabajos enviados por los estudiantes se consideraban, sin embargo, frente a los pensionnaires, pruebas, con las que la dirección de la academia valoraba anualmente el avance de sus pensionados.8Los estudiantes, que habían ganado la beca por una oposición, basada en dos pruebas,9 eran talentos muy jóvenes y su nivel estaba, en general, muy por debajo de sus compañeros franceses. El elitismo que primaba en la selección de los pensionnaires superaba, efectivamente, el sistema selectivo ordenado por la academia madrileña: la Académie royale de peinture et de sculpture mandaba principalmente a los premiados del Grand Prix de Roma, que caía en talentos de la categoría de Edme Bouchardon, Miguel-Ange Slodtz, François Boucher, Carle Van Loo o Pierre-Hubert Subleyras. Iniciaron su estancia con mayor madurez y bagaje cultural que sus homólogos españoles, especialmente en comparación con los premiados que habían pasado antes de su viaje por la Ecole des élèves protégés. Ideada en 1748 por Charles-Antoine Coypel, la escuela acogió durante tres años a los ganadores del “gran premio de Roma” para prepararlos antes de su viaje con clases intensivas en el antiguo palacio del Louvre, donde se estudiaban asignaturas de perspectiva, anatomía, historia, mitología y se4 En 1737 se envió al entonces director de la Académie, Nicolas Vleughels, la Instruction pour la régie de l’Académie de Rome y en 1775 se vuelven a precisar los estatutos, con determinación de materias a tratar y el horario a seguir. Véase M. A. de Montaiglon y M. J. Guiffrey (eds.) , Correspondance des Directeurs de l’Académie de France a Rome, vol. IX (1733-1741), págs. 315-318 y vol. XIII (1774-1779), págs. 157- 160, París Charavay Frères, 1899 y 1904.5 Henry Lapauze, Histoire de l’Académie de France a Rome, París, Plon-Nourrit, 1924, vol.1, págs. 7-8. 6 Véase Correspondance des Directeurs, cit., vol. IX, págs. 315 y 318. Christophe Leribault, Jean- François de Troy (1679-1752), París, Arthena, 2002, págs. 131-134, reseña las complicaciones que surgieron para mandar puntualmente las copias de trabajo.7 Jesús Urrea, Relaciones artísticas hispano-romanas en el siglo XVIII, Madrid, Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 2006, pág. 171. Sobre la estancia en Roma de Peña y Pernicharo véase ibídem, pp. 168-174 y del mismo autor, “Juan Bautista de la Peña y Pablo Pernicharo, pintores españoles del siglo XVIII”, Revista de la Universidad Complutense, XXII, 85, 1973, págs. 235-261. Sobre las copias enviados véase también su artículo “Pintores españoles en Roma a mediados del siglo XVIII, Boletin del Museo e Instituto “Camón Aznar”, LXXV-LXXVI, 1999, pág. 369, nota 9. El autor cita una copia del retrato Clemente XII de Masucci, remitido a España en 1731 (palacio de Riofrío, Segovia).8 Sobre las instrucciones y el reglamento de las pensiones véase Amada López de Meneses, Las pensiones que en 1758 concedió la Academia de San Fernando, cit., págs. 283-296 y de la misma autora “Las pensiones que en 1758 concedió la Academia de San Fernando para ampliación de estudios en Roma”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XLII, 1934, págs. 28-68. Véase también María Ángeles Alonso Sánchez, Francisco Preciado de la Vega y la Academia de Bellas Artes. Artistas españoles que han pasado por Roma, tesis sin publicar, UCM, Madrid, 1961, págs. 51-79.9 El primero consistía en dibujar un tema en dos horas y el segundo -al que pasaron ya sólo los opositores declarados aptos en la primera prueba- en una prueba en la que se daba un plazo de 40 días para desarrollar el tema. Amada López de Meneses, Las pensiones que en 1758 concedió la Academia de San Fernando, cit., págs. 256-269.2