Page 196 - 100 años en femenino
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con la mayor parte de los intelectuales europeos, autora de algunas de las novelas más importantes del realismo español, no puede ocupar un sillón de tan docta casa. Pero la mujer que en 1901 escribe con respecto a la lucha feminista: «Es la única gran conquista de la humanidad que se habrá obtenido pacíficamente, sin costar una lágrima ni una gota de sangre, solo con la palabra, el libro y el instinto de justicia»6 rompe- rá las imágenes del espejo para muchas otras escritoras de su generación7 y de las generaciones venideras.
Vetado el mundo de la cultura y de la educación, la mujer de principios del siglo xx es todavía como aquella hermana de Shakespeare, rebelde y talentosa, que imaginó Virginia Woolf, y a quien el destino le dispensará un final muy distin- to al de su famoso hermano.8 Pero algo, sin embargo, estaba empezando a cambiar. Las conquistas sociales y políticas que habían adquirido los ciudadanos varones a lo largo del siglo xix y que eran, como señaló Pardo Bazán en su escrito de 1898 La mujer española, las que estaban abriendo los grandes abismos de desigualdad entre hombres y mujeres, las conquistas del liberalismo burgués, hacen que el antiguo debate sobre la cuestión femenina se plantee en términos de liberación de la mujer, concretamente, sobre su derecho a la educación y su participación en la vida política y laboral.
Las mujeres que empiezan a escribir en torno al 98 tienen que luchar en un doble frente: el de ser reconocidas como escrito- ras pero, antes aún, como mujeres capaces de vivir una vida de
2—En «La tradición femenina de poesía romántica», Susan Kirkpatrick afirma que existía una idea de la mujer escritora muy productiva en el siglo xix, la idea «de que escribir poesía era natural en la mujer, de que había una especie de compatibilidad entre la subjetividad femenina y la poesía lírica». En Breve historia feminista de la literatura española, cit., pág. 40. En este mismo sentido, al analizar la figura de Emily Dickinson, señala Adrianne Rich que se creó sobre ella toda una leyenda romántica de mujer extraña, solitaria y pusilánime, para encubrir una poesía radical y subversiva, que no se adecuaba a esa ideología de lo femenino que imperó durante todo el siglo xix para dar cuenta del papel de la mujer escritora. Adrianne Rich, «El Vesubio en casa. El poder de Emily Dickinson», en Sobre mentiras, secretos y silencios, Madrid, Horas y Horas, 2011, págs. 227-272.
3—Sandra Gilbert y Susan Gubar han estudiado la figura de la mujer escritora como la enajenada que no participa del mundo, como la «loca del desván», en su libro clásico La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX, Madrid, Cátedra, 1998.
4— Sandra Gilbert y Susan Gubar, op.cit., pág. 63.
5— Citado por Maryellen Bieder, «Emilia Pardo Bazán y la emergencia del discurso
feminista», en Breve historia feminista de la literatura española, V, op. cit., pág. 81.
6—Emilia Pardo Bazán, La mujer española y otros escritos, Madrid, Cátedra, 1999, pág. 259.
7—En contra de lo que se piensa, el número de mujeres escritoras en el siglo xix era considerable, véase el imprescindible catálogo de escritoras españolas de María del Carmen Simón Palmer, Escritoras españolas del siglo XIX: Manual bio-bibliográfico, Madrid, Castalia, 1991.
8—Virginia Woolf, Una habitación propia (1929), Barcelona, Seix Barral, 2003 (1.a ed. 1967).
197—Mar García Lozano Rutas ignoradas. Mujeres en la literatura y en la música del siglo XX