Page 89 - Únete. Join us (Bienal de Venecia, 57 edición)
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SALTAR MUROS UNA CONVERSACIÓN ENTRE FRANCESCO CARERI Y JORDI COLOMER 89
JC: Efectivamente, la idea es que lo que sucede en el espacio es tan relevante como lo que se cuenta en el plano de la pantalla: en el plano de la ficción las pantallas iluminan a la platea, multiplicada, y se difuminan los límites... En esa situación la percepción está más alerta. Cualquier gesto toma una gran importancia.
Esa proliferación de gradas que ocupan todo el recorrido del Pabellón en Venecia forma parte de esta estrategia por mostrar los componentes espaciales del momento «espectáculo», ponerlos en evidencia. Esas gradas enfrentadas, cara a cara, aparte del proyecto de Archizoom, son recurrentes en muchos proyectos de teatros utópicos, de los que me inspiré literalmente: estarían por ejemplo El Gran Teatro Sintético Sverdlovsk de Ilya Golosov, el Teatro Meyerhold de El Lissitzky en 1929, el Theatre Number 6 de Bel Geddes de 1915-1926. Todos ellos plantean una superación del esquema del teatro «a la italiana», que traza una neta división entre actores y espectadores. Es importante esa superación, porque ese esquema se ve reproducido en nuestros espacios de la vida cotidiana, la organización del espacio de escuelas y universidades, en los lugares de culto religioso, en los parlamentos... Todos esos intentos por hacer explosionar la cávea tienen en todo caso en común la idea de que hay que reconocer el lugar de «el público». Habría mucho que comentar sobre el uso del lenguaje para denominar a los que asisten a una representación, a un teatro, a un museo y evidentemente de sus roles... De entrada, creo que es importante hablar del lugar que ocupan, físicamente, en el espacio y tensionarlo, ampliarlo.
El Público es, por otra parte, el título de una obra de teatro de García-Lorca, que inventó en los años treinta en España un teatro itinerante, «La barraca», en el marco de las «Misiones ambulantes». Ese es otro elemento que interviene en algunos de los vídeos, con esa construcción metálica con ruedas, que tiene una bandera, que despliega un escenario, y al que llamamos «el pabellón», y desde el que la actriz Laura Weismahr cuenta en sitios muy diversos y en diez lenguas «El escudo de la ciudad», un cuento de Franz Kafka sobre el rol de los constructores de la torre de Babel... Así que ciertamente el teatro aparece por muchas partes, y sirve para hablar de cosas muy diversas...
FC: Me he acordado también de que recientemente había leído que la palabra griega théatron deriva del arcaico théasthai, que significa —según lo que sugiere la Snell— «ver abriendo la boca», luego mirar con interés y asombro. Así théatron no indica inicialmente el teatro o su espacio, sino el gesto de asombro del grupo de personas que son testigos de una acción.
JC: Exacto, esto sería. Sin el público no existe teatro, incluso en la acepción de teatro como un texto, el público es el lector. Puede no existir edificio, pero hacen falta las personas que asisten a la representación. En este sentido es importante cuál es el espacio que se atribuye a ese público —literalmente— y el espacio que construye —que produce— la propia presencia de un público. De acuerdo, interés y asombro, pero la capacidad crítica es totalmente necesaria, hay que darse cuenta de que uno tiene la boca abierta, en este sentido me siento muy brechtiano.
FC: Me gusta mucho esta idea de un Pabellón de Venecia en movimiento con un público que cruza los espacios participando de la errancia eterna. Todavía no he visto los vídeos que estarán proyectados, porque mientras escribimos esto estás dando vueltas por el mundo (¡me gustaría mucho estar con vosotros!) con vuestra comunidad itinerante de neobabilónicos. Me imagino un continuo caminar, cruzar fronteras, construir ciudades




























































































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