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64 ¡ÚNETE! JOIN US! JORDI COLOMER
que un pseudónimo que utilizaba para escribir sobre arquitectura en L’Esprit Nouveau. En ese sentido, no es exagerado decir que Le Corbusier es un efecto generado por una de estas «revistas pequeñas». Ni siquiera una figura de la talla de Mies van der Rohe —que sobre todo nos hace pensar en oficio y tectónica— existiría en realidad sin G, la publicación de la que formaba parte, y las numerosas revistas independientes a las que contribuía, desde Frühlicht hasta Merz.
Estas publicaciones no daban noticia del mundo existente, sino que incubaban otros enteramente nuevos, ofreciendo panorámicas de sociedades sometidas a reglas físicas, sociales e intelectuales completamente diferentes. Cada little magazine es una utopía portátil, un espacio liberado de la lógica convencional que taladra el mundo real con visiones alternativas; un agujero en lo real cuyo efecto se multiplica con la repetición de cada ejemplar impreso, el ritmo de la producción en serie y la dispersión viral de las imágenes compartidas entre diversas publicaciones. Libre de las restricciones impuestas por la solemnidad, la financiación, las convenciones sociales, las premisas técnicas, las jerarquías o las responsabilidades, la siempre creciente red de pequeñas revistas independientes incuba una arquitectura nueva. La utopía portátil deviene una auténtica zona de obras en construcción.
La utopía portátil no es meramente un receptáculo de sueños. La revista es una obra artística en sí misma, una arquitectura labrada con toda la precisión que se dedica a un objeto de diseño. Es un múltiplo producido por un equipo en el que colaboran artistas y arquitectos. Lo importante de las revistas es la repetición. Golpean una y otra vez y no dejan de moverse, como un boxeador. Esta lógica inexorable de la multiplicación infecta a los proyectos promocionados. Literalmente, la arquitectura moderna cobra forma en el mundo como múltiplo. El diseño que aparece mil veces en el número de una revista acaba siendo reproducido a escala mundial. Los múltiplos experimentales de los artistas-arquitectos se convierten en normas de producción masiva.
El arquitecto como obra de arte
Mies es un ejemplo clásico. Su posición en la historia de la arquitectura y su liderazgo dentro del movimiento moderno se establecieron gracias a una serie de cinco proyectos (ninguno de los cuales fue construido, o era siquiera construible, al no estar desarrollado a ese nivel) que elaboró para concursos y publicaciones durante la primera mitad de la década de 1920: el Rascacielos de la Friedrichstrasse en 1921, el Rascacielos de Cristal en 1922, el Bloque de Oficinas de Hormigón Armado en 1923 y las Casas de Campo de Hormigón y Ladrillo de 1923 y 1924. Estos proyectos no pueden desligarse de las revistas en las que aparecieron. El trazado de los edificios y el de las páginas se entrelazan.
Antes que nada, fueron estos cinco proyectos, esta «arquitectura de papel», junto con el aparato publicitario circundante, los que consiguieron hacer de Mies una figura histórica. Las casas que había construido hasta ese momento, y que seguía construyendo durante esos años, no le habrían llevado a ninguna parte. Si bien la Casa Riehl de 1907 fue reconocida por la crítica y comentada en




























































































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