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28 En el capitalismo cognitivo, son los signos los que producen máquinas, y no al revés.
Hacia las afueras (Hinterland)
Pese al impacto (gastado y parcialmente olvidado) de la Segunda Guerra Mundial y a las décadas que nos separan del tiempo de Kracauer y Piscator, la percepción de la ciudad como escenario autotélico y como sujeto de producción no ha desaparecido en nuestros días. El bosque de signos, ese cliché baudelairiano, no ha dejado de densificarse, hasta el punto de que los signos ya compiten con la ciudad28. Sus partes permutan como trozos de lenguaje. No hay nada que no imite a este y lo expanda. Michel de Certeau hablará de una «inflación de la lectura» en la ciudad, «semiocracia». Lejos de producir agotamiento, la repetición de las labores, las transacciones, los trabajos y los ritos renueva constantemente la necesidad de expresión. La ciudad es definida por una triple operación: la producción de un espacio propio y autosuficiente, la sincronía del trabajo frente a las «resistencias inasibles y tozudas de la tradición», y la actuación de la ciudad como sujeto «a la manera de un nombre propio [...] que ofrece así la capacidad de construir el espacio a partir de un número finito de propiedades estables, aislables y articuladas unas sobre otras»29. En este esquema de calculado dominio de los ritmos, la ciudad instiga la reproducción de las resistencias y los márgenes, no necesariamente topográficos. «La forma actual de la marginalidad no es ya la de pequeños grupos, sino una marginalidad masiva; esta actividad de los no productores de cultura es una actividad sin firma, ilegible, que no tiene símbolos, y que permanece como la única posibilidad para todos aquellos que, no obstante, pagan al comprar los productos-espectáculos donde se deletrea una economía productivista. Esta marginalidad se universaliza; se convierte en una mayoría silenciosa».30 El concepto de mayoría silenciosa tiene resonancias ambiguas y hasta siniestras31, y De Certeau se cuida bien de asignarle un signo político. Su condición es más bien la inestabilidad, el movimiento descuadriculado, en que es posible tanto la propagación del terror como la indiferencia, la furia revolucionaria o la solidaridad o el caos. Los procesos de resistencia en el seno de esa marginalidad de masas son definidos por De Certeau como formas de «artesanía táctica», entre las cuales coexisten los ritos y los trucos, las «combinaciones de poderes sin identidad legible», que «escapan a la disciplina sin por ello quedar fuera del campo en que esta se ejerce, y que deberían conducir a una teoría de las prácticas cotidianas, del espacio vivido y de la inquietante familiaridad de la ciudad»32. Esta marginalidad
29 Michel de Certeau, op. cit., p. 143.
30 Íd., XLIII.
31 La utilidad de este
concepto para la derecha populista ha quedado de manifiesto, por ejemplo, en la elección de Donald Trump como 45o presidente de los Estados Unidos de América.
32 Michel de Certeau, op. cit., pp. 145-46.
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