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17 Edward Gordon
Craig, «The Actor and the Über- marionnette», en The Mask, vol.1, núm. 2, abril 1908, p. 11.
18 Íd., p. 12.
espejo sintético. En otro conocido texto —también exagerado y polémico— Gordon Craig propondría el concepto de über- marionette para hablar de los objetos que asumen una vitalidad más intensa que la de los propios actores. «The actor must go, and in his place comes the inanimate figure—the über-marionette we may call him, until he has won himself a better name [...] a superior doll [...] descendant of the stone images of the old Temples.»17Así llegaría Craig a evocar «those moving cities which, as they travelled from height to plain, over rivers and down valleys, seemed like some vast advancing army of peace»18. Llegados a este punto, podemos examinar de nuevo los paneles urbanos de X-Ville, y esa movilidad que revela la existencia variable e intermitente de la escena teatral. Elementos para construir y abstraer la ciudad, como piezas de un dispositivo escultórico animado: ejército de paz o de utopía. Nuevamente hemos de invocar los poderes de la cámara cinematográfica para contener la relación de calle y escenario, de persona y personaje, de acto y actuación, en este campo de trueques.
Los elementos del decorado-personaje son herramientas de trabajo de los actores; el movimiento (mudanza, metaphora) de la «ciudad» es la acción que hace de ellos una comunidad temporal y nomádica. Esta forma dramática se manifiesta como arquitectura esencialmente en su momento procesual y constructivo, pero no en su conclusión como edificio: así llegamos a la escultura. Por otro lado, el medio fílmico que contiene este proceso es también un medio nómada, reproductible y portátil. Los objetos dependen de cierta activación, no necesariamente funcional. Pensemos en ese modelo de falansterio que los agentes de L’avenir (2011) transportan por un infinito arenal hasta llegar al lugar en que deciden posarlo y servirse de él como decorado para cocinar y comerse una paella. Hay más arenal y más viento que decorado. Mientras esas (a)gentes mastican arroz y hablan de cualquier cosa, el viento del delta parece exasperar sus cajas de hojalata en forma de emblema fourierista. De nuevo la acción desborda la referencia. La acción no representa, sino que expone, la representación a los sudores y polvaredas de la situación. De alguna manera pensamos en el texto de Charles Fourier colgado de un tendedero que atraviesa una plaza de ayuntamiento, un readymade malheureux.
«La arquitectura del teatro, declaraba Erwin Piscator, está en la más íntima relación con la estructura de la dramaturgia; o
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