Page 22 - Tapas. Spanish Design for Food
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Tras la Revolución industrial, cobró auge la mecanización de los ob- jetos y, a finales del siglo xix, la mayoría de elementos y artilugios ya no los proporcionaba la artesanía, sino las máquinas. Eso repercutió en un cambio radical del entorno doméstico; las casas comenzaron a llenarse de muchos utensilios dedicados a facilitar las tareas de la cocina y a me- jorar el menaje. Además, se consolidaron ciertos usos sociales; si hasta ese momento se comía con libertad sobre fuentes o bandejas dispuestas en la mesa, la burguesía impuso un cierto orden al separar platos y sa- bores, y normalizar el uso de un servicio completo para cada comensal. En los restaurantes y convites se implantó el servicio a la rusa, es decir, primer plato, segundo plato y postre, servidos desde la cocina.
En España, la Revolución industrial llegó tarde y de forma desigual en el territorio. La artesanía persistió hasta prácticamente el siglo xx, mo- mento en el que sufrió un rápido deterioro y abandono, que solo recien- temente se está intentando preservar. No podemos hablar de industria moderna en España hasta bien entrado el siglo xix. Las primeras produc- ciones que se realizaron eran copias de los productos artesanos o de objetos importados. Por otro lado, se mimetizaron las formas históricas, a base de muestrarios de diversos estilos. Se tardó en encontrar una ex- presión genuina para el nuevo proceso de producción seriada. El diseño industrial, nueva disciplina puente entre el artesanado y la industria, se encargó, a partir de mediados del siglo xx, de dar nuevas formas según la función de cada objeto. Todo ello adecuándolo a su proceso productivo más idóneo. Tras la posguerra española, llegó la era de los pequeños electrodomésticos, como la minipimer, y de la revolución en las vajillas, copas de vidrio irrompibles de molde y cuberterías meramente prácticas y resistentes, en las que los añadidos decorativos se eliminaron poco a poco como un residuo historicista. Hasta que en la década de 1980, época de cierta bonanza económica, el posmodernismo reivindicó los valores simbólicos y expresivos de la sobremesa. El neoartesanado bus- có recuperar esta tradición, pero adecuada a los nuevos tiempos, con guiños al pasado.
El diseño en la cocina
Por lo que se refiere a la preparación de la comida, desde siempre, el elemento principal para su elaboración ha sido el fuego o cualquier otra fuente de calor. Las brasas de leña y carbón dieron lugar a los fogones y, después, a la cocina económica, típica en nuestro país hasta la dé- cada de 1950, para pasar a generalizarse el uso de las cocinas de gas butano, y, más tarde, en las ciudades, el gas ciudad o natural canalizado. En paralelo, comenzaron a usarse los calentadores eléctricos, basados en una espiral metálica incandescente, y, a partir de la década de 1980, se introdujo la vitrocerámica. El sistema de cocción más reciente es la inducción, un método muy rápido que calienta directamente el recipiente y no la superficie de cocción. Una superficie lisa y fácil de limpiar.
El proceso de racionalización de la construcción en el siglo xx ofreció nuevas posibilidades en la ubicación y diseño de la cocina. Desde un sa- lón comedor integrado en la cocina, a una cocina con mesa para comer. Pero también se produjo la paulatina incorporación de la cocina al propio estar-comedor como pieza visible y protagonista, y no ya como lugar ruidoso y lleno de olores alejado del resto de estancias. En pocas déca- das, la cocina ha pasado de ser una estancia que había que esconder, a constituir uno de los espacios donde más se invierte en una vivienda y que se muestra abierta.
El mobiliario de las cocinas inició su modernización a partir de la dé- cada de 1960, aprovechando un auge económico que invitaba a muchos hogares a renovar su cocina. También el apogeo constructivo contribu- yó a equipar las nuevas edificaciones con un estándar mejorado. Las nuevas cocinas ofrecían un diseño más racional e incorporaban nuevas prestaciones y materiales, como los laminados melamínicos o la formica.
as a standard principle; nevertheless they were often broadly connected to the living room.
After the Industrial Revolution the mechanized production of objects soared and by the end of the 19th century most objects and devices were no longer craft produced but were machine made. This had a rad- ical impact on domestic life as houses started to be filled with numerous implements designed to make work in the kitchen easier, as well as other items of improved tableware. This is also when certain social customs associated with sitting at the table became consolidated. If previously people ate freely from serving dishes and trays placed on the table, the prosperous classes now imposed some order on the proceedings by separating dishes and flavors and establishing the custom of providing a complete service for each diner. In restaurants and at banquets, service à la russe became the norm, that is to say, there was a first course and a second course followed by dessert, served from the kitchen.
The Industrial Revolution arrived late and unevenly in Spain and craft production remained the norm practically into the 20th century, when it declined rapidly and was abandoned. Only recently are attempts being made to revive it. It is not possible to speak of modern industry in Spain until well into the 19th century. The first items to be produced were copies of articles that had previously been craft-produced or had been imported. Furthermore, traditional shapes were imitated on the basis of samples of various styles. It would take time before any genuine expression was for- mulated for the new process of mass production. This marked the birth of industrial design, the bridge between craft production and industry, the discipline which, from the mid-20th century, was responsible for produc- ing new articles that sprang from the function of each item and matched to the most appropriate method of production. After the post-war period in Spain dawned the era of electrical appliances, such as the electric mixer, and the revolution in crockery, indestructible molded glasses and cutlery that was merely functional and robust and in which decorative flourishes, considered a historical remnant, were gradually eliminated. Such was the case until the 1980s when, in a climate of a certain de- gree of economic boom, postmodernism would take up the mantle of the symbolic and expressive value of the table and its accoutrements and a reappraisal of craft technique would aim to recover this tradition, with a nod to the past but brought up to date.
Design in the kitchen
Fire has been fundamental to the preparation of food. And then any other source of heat. Wood and carbon embers led to stoves and then to wood-fired kitchen ranges that were the norm in our country until the 1950s, when the use of butane gas-fired cookers became widespread, to be replaced in cities with piped city gas and natural gas. Electric cook- ers with incandescent spiral rings were also used and during the 1980s glass-ceramic cooker tops were introduced. The most recent cooking method is induction, with a flat and easy-to-clean surface, in which it is not the cooking surface that heats up but the pan itself.
The process of rationalization in building during the 20th century pro- vided new possibilities for the location and design of the kitchen, from a dining room integrated into the kitchen to a kitchen with a dining ta- ble. There was also the gradual incorporation of the kitchen into the din- ing room itself as a visible and leading element and no longer the noisy, smelly place set apart from the rest of the living quarters. Over the course of a few decades the kitchen has ceased to be a place that was tucked away out of sight to become one of the spaces within a dwelling on which people invest the most money and is open to view.
The modernization of kitchen furniture started in the 1960s, coincid- ing with an economic boom that induced many people to renovate their
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