Page 80 - El rostro de las letras
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EL IMPERIO DE LA FOTOGRAFÍA
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tan atento siempre a todas las novedades científicas y culturales de su tiempo, se hizo eco de estas tensiones dialécticas en uno de sus primeros artículos: “No falta quien dice –escribió en 1865–, que
el gran progreso de las ciencias contribuye a la demolición del arte tradicional: se asegura que esa ingeniosa combinación química que da por resultado la fotografía, está en camino de matar a la pintura: no lo creemos. Matará el retrato al óleo, pero el arte permanecerá vivo en sus formas esenciales; permanecerá mientras en el alma exista el sentimiento. Una sal descompuesta por la luz, una plancha iluminada por el sol, que graba en ella la sombra de una imagen, no puede matar el arte alimentado por la creación genial” 21.
En el ecuador del siglo diecinueve, el retrato fotográfico había acabado ya con la miniatura pictórica. La posibilidad de realizar un número infinito de copias a partir de un mismo negativo abrió el camino a una nueva industria basada, no sólo en el retrato, sino en la multiplicación de las imágenes de ciudades, monumentos y obras de arte. Desde entonces, el reto de los fotógrafos no fue otro que el de conseguir la difusión de estas imágenes, con objeto de ponerlas al alcance de amplios segmentos de público. Un sueño que no llegó a realizarse hasta 1851, en que Scott Archer logró reemplazar la emulsión de albúmina por la de colodión, reducien- do sensiblemente el tiempo de exposición de las placas. Arte de representación por excelencia, la fotografía fue entonces capaz
de divulgar entre las clases acomodadas todo lo que era digno
de contemplación en el universo, con una eficacia mayor que la del resto de las artes. Según datos de la Revue photographique, en 1855, la proporción de retratos suponía un 25 por ciento de la producción fotográfica. Hasta entonces la imagen de los escrito- res y otras celebridades del momento apenas era conocida por el gran público, y siempre a través de los grabados publicados en las revistas ilustradas. Pronto, los nuevos caminos abiertos por la técnica acabaron por invertir la situación. Las preferencias de la sociedad burguesa europea se iban a inclinar en favor de las imágenes foto- gráficas, como observaron los más atentos escritores de la época, sobre todo Marcel Proust, el más delicado y penetrante obser- vador del universo social y cultural de la burguesía. Nada mejor que la fotografía para asomarse al grandioso paisaje del mundo, contemplar sus ciudades, monumentos y obras de arte, y cono- cer el rostro de los reyes, artistas, políticos y escritores. En las
 ANÓNIMO. Retrato de Amós de Escalante (1831-1902), poeta y narrador santanderino, del que Juan Valera dijo que era el hombre más educado de su tiempo. Carte-de-visite, hacia 1860 (Fundación Lázaro Galdiano. Madrid)
21 Pérez Galdós, Benito, texto publi- cado en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa, Madrid, 31 de diciembre de 1965.


























































































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