Page 393 - El rostro de las letras
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    376 ENTRE DOS DICTADURAS
defensa, se olvidaron pronto de las tertulias literarias. Cafés como el Nuevo Levante se convirtieron en improvisados centros de reclu- tamiento o en comedores populares. Otros lugares emblemáticos, como la Residencia de Estudiantes, se convirtieron en hospitales.
En las ciudades de la España llamada nacional, más amigas de las novenas que de las reuniones literarias, la menguada nómina de intelectuales no daba para muchas alegrías tertulianas. Exceptuando al Unamuno de los primeros días de la contienda –pronto cambió, como se sabe–, no abundaban los escritores en el bando rebelde; si acaso Eugenio d´Ors y algunos jóvenes cachorros de la Falange, más ocupados entonces en tareas doctrinales y de propaganda.
La Guerra Civil hirió profundamente a unos y a otros. El día 1 de abril de 1939, las tropas franquistas alcanzaron sus últimos objetivos militares, inaugurando un régimen a medio camino entre el fascismo de catón y la dictadura militar y eclesiástica que predijera el pre- sidente Manuel Azaña. La derrota militar de la República provocó nuevas devastaciones, como la muerte violenta de Hoyos y Vinent, muerto en la cárcel en 1940; Julián Zugazagoitia, secuestrado en Francia por la policía franquista, devuelto ilegalmente a España y finalmente ejecutado; Miguel Hernández, muerto en la prisión de Alicante en marzo de 1942; o el presidente Manuel Azaña, sometido al implacable acoso de la policía nazi y franquista, del que sólo pudo liberarle la muerte. Otros escritores, más afortunados, murieron en la cama, torturados por el recuerdo: Carlos Arniches (1943); el pintor Solana (1945); Azorín, Tomás Borrás, Emilio Carrere, Manuel Ma- chado y Eduardo Marquina (1947); Eugenio d’Ors (1954); Ricardo Baroja (1953); Jacinto Benavente (1954); Concha Espina (1955); Pío Baroja (1956), Pedro de Répide (1948), Cansinos Assens (1964). El grupo más numeroso encontró la muerte en el exilio: Díez Canedo (Cuernavaca, 1944), Juan Ramón Jiménez (Puerto Rico, 1958); Emilio Prados (México, 1962); Gómez de la Serna (Buenos Aires, 1963); León Felipe (México, 1968); Rivas Cheriff (México, 1969); Josep Carner (Bruselas, 1970); Corpus Barga (Lima, 1975); Salvador de Madariaga (Suiza, 1978); Juan Larrea (Argentina, 1980) y tantos otros. Y lo mismo los fotógrafos como Torrents, los hermanos Mayo, Josep Gaspar, Centelles, la mayoría muertos en el exilio. Algunos de los escritores que cruzaron el Rubicón de la Guerra Civil fueron re- tratados en los declinantes estudios fotográficos de los años cuarenta y cincuenta, por Amer Ventosa, Vallmitjana, Cartagena, Gyenes,
 Retrato de Franco, publicado en la “página
de honor” del primer número de la revista Sombras, que entre 1944 y 1955 fue el por- tavoz del oficialismo fotográfico, español nacido de una costilla de Ortiz Echagüe. (Colección Pedro Fernández Melero)





























































































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