Page 385 - El rostro de las letras
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    368 ENTRE DOS DICTADURAS
 muestra de un vanguardismo que, según Mainer, fueron flor de un día. Paralelamente, desde las primeras semanas de la República se iniciaron proyectos como las Misiones Pedagógicas, el viejo sueño de Manuel Bartolomé Cossío.
Aunque la pasión por las tertulias literarias se mantuvo entre los escritores durante los días republicanos, la zozobra política que precedió a la Guerra Civil llegó a amenazar en algún momento su continuidad. En Madrid, el espíritu tertuliano de los nuevos tiempos lo representaron el Ateneo, la Granja del Henar y el café Regina, tribunas de Manuel Azaña y Ortega y Gasset, dos personajes que nunca aprendieron a apreciarse. Para entonces, la política lo invadía todo y, a la postre, influyó decisivamente en la naturaleza de aquellos cónclaves cafeteros. Algunos de sus miembros pasaron, sin apenas transición, de su condición de tertulianos a la de padres de la patria, gobernadores, diputados y ministros. El propio Azaña abandonó
su puesto de honor en las tertulias del Ateneo y el café Regina para ocupar su poltrona de ministro y presidente del Gobierno. Su buen amigo Valle-Inclán mantuvo viva su afición por las tertulias hasta
Creado en 1931 y coordinado por Federico García Lorca –segundo por la derecha– y Eduardo Ugarte –a la izquierda–, el grupo
La Barraca tenía como misión acercar el teatro clásico español a las provincias más deprimidas de España. En la imagen, Lorca presentando a Pedro Salinas con un gesto de su mano derecha, ante Isabel García Lorca, Laura de los Ríos, Arturo Ruiz Castillo, Emilio Garrigues, Pedro M. González Quijano y otros colaboradores del grupo. Fotografía de Juan GUERRERO RUIZ. Alicante, mayo de 1932 (Archivo Fotográfico ABC)





























































































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