Page 37 - El rostro de las letras
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      20 ROMÁNTICOS Y LIBERALES
estampa de Espronceda sea la que se grabó en la llamada Litogra- fía de los Artistas, que nos muestra su rostro marcado ya por los estragos de su tormentosa vida amorosa y su prolongado rosario de cárceles, conspiraciones y destierros, desde que a los quince años participase en la creación de Los Numantinos, y a los diecisiete se conjurase contra la clerigalla reaccionaria que gobernaba en los palacios y marcaba los valores éticos de una aristocracia “tan inútil como legítima” y de una burguesía conservadora compuesta por “hipócritas parleros”, “charlatanes eruditos”, “plaga funesta”, “tur- ba de viejas” y “gusanos” 10.
Pero no todos los poetas románticos respondían en lo externo al modelo de Espronceda. En particular Mariano José de Larra, al que algunos describían en 1839 como un adolescente sumido en la amar- gura y la melancolía. De él nos han quedado algunos retratos magní- ficos de Esquivel y Gutiérrez de la Vega, además del realizado por la Litografía de los Artistas, que acompaña la malévola semblanza que de él hizo Ferrer del Río en su magnífica obra. Y no son escasos sus retratos literarios, como el debido a su más conocido biógrafo, Ma- nuel de Chaves: “Era Larra de pequeña estatura y complexión sana; la cabeza grande y proporcionadas las demás extremidades. Su color moreno, tirando a verdoso, y el cabello muy negro, abundante y fino. Abultado el rostro, la frente ancha y despejada, elevándose en lo alto de ella un promontorio de cabellos que él cuidaba mucho de mante- ner enhiesto con los dedos”. Una imagen que se asemeja mucho a la de Gutiérrez de la Vega que se conserva en el Museo Romántico, en el que no es difícil percibir la huella que dejó en el rostro de su hijo Mariano, tan generosamente retratado años después por fotógrafos como Laurent y Eusebio Juliá.
La propia mezquindad de su estampa llevó a Larra a cultivar un cierto dandismo, una elegancia extrema en el vestir y la invete- rada costumbre de fumar sin pausa, con la que le pintó Galdós. Larra fue un bohemio impenitente, un hombre que aborrecía el hogar propio, un afrancesado a destiempo que renegaba de la caspa nacional y se asfixiaba en la náusea de la rutina. Contrariamen-
te a Espronceda, del que tantas cosas le separaron, no todos los retratos del Larra interior fueron piadosos, como el que le dedicó Ferrer del Río. Quizás el menos severo que de él nos han dejado sus contemporáneos sea el de su leal amigo Mesonero Romanos, al que
Mariano José de Larra (1808-1837) y José de Espronceda (1808-1842) fueron las más altas figuras de la nueva escuela romántica. Grabados realizados por la LITOGRAFÍA DE LOS ARTISTAS, incluidos en el libro de Ferrer del Río, La galería de la literatura española. 1846 (Archivo Monasor)
10 El diablo mundo, Madrid, 1840. Es- pronceda no sólo fue uno de los creadores de la sociedad masónica y patriótica Los Numantinos, sino que participó también en las revueltas revolucionarias del París de la revolución de 1830.
  



























































































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