Page 36 - El rostro de las letras
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CAPÍTULO 2 Románticos y liberales
Siendo la fotografía un invento decididamente romántico, no llegó a tiempo para dejarnos la imagen de los princi- pales protagonistas de la primera generación romántica. Aunque los más lúcidos quizás alcanzaron a imaginar la impor- tancia del lenguaje que nacía cuando sus vidas se apagaban, lo cierto es que a Mariano José de Larra el daguerrotipo le llegó
tres años después de muerto, y a Espronceda unos meses antes
de abandonar la vida. Cuando Antonio Ferrer del Río publicó su imprescindible Galería de la literatura española (1846), debió recurrir al trabajo de los grabadores, aunque buena parte de las estampas publicadas en su obra fueron realizadas a partir de to- mas daguerrotípicas. Hasta las vísperas de la revolución fotográfi- ca, los retratos mejores de los hombres de letras son los literarios, y en buena medida también lo fueron después. A través de ellos podemos conocer a los miembros del romanticismo español, abanderados de aquel movimiento estético y moral que predicaba la libertad del individuo en aquellos años oscuros.
Al hombre nuevo que representan los románticos responde sobre todo el retrato que de Espronceda nos han dejado sus contempo- ráneos. Él es el único que parece adaptarse a la idealización del héroe romántico, que fue dibujando magistralmente en sus propias obras. Eduardo de la Flor, el protagonista de la novela de Patricio de la Escosura, El patriarca del Valle, en el que los expertos han creído reconocer al propio poeta, poseía “la cabeza más bella que imaginarse pueda. Ancha la frente, aguileña la nariz, pequeña la boca, algo pronunciada la barba: negros y ardientes ojos y rizada, al fin, la abundante, negra cabellera”. Un retrato que sólo vagamente recuerda al que del poeta trazaron los dibujantes. Quizás, la mejor
Jean LAURENT. Retrato de Antonio Ferrer del Río (1814-1872). Hacia 1860 (Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia)
Página anterior: J. MARTÍ. Grupo de poetas catalanes y provenzales reunidos con ocasión de los Juegos Florales de 1868, en el antiguo claustro gótico de Montserrat. Figu- ran entre otros, Roure, Roca, Quintana, Sala, Bonaparte, Nyse, Rafel Ferré i Bigué, Vidal, Runieux y Teodoro Llorente. En el centro de la fotografía, Víctor Balaguer (con capa) y Frederic Mistral dándose la mano. (Fundaciò Institut Amatller d’Art Hispànic)
 



























































































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