Page 324 - El rostro de las letras
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TIEMPOS NUEVOS
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Assens (1883-1964), Josep Carner (1884-1970), Américo Castro (1885-1972), Concha Espina (1877-1955), Díaz Caneja (1876-1933), Enrique Díez Canedo (1879-1944), Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964), Ramón Gómez de la Serna (18881963), Juan Ramón Jiménez (1881-1958), Alfonso R. Castelao (1886-1950), Eugenio d´Ors (1881-1954), José Ortega y Gasset (1883-1955), Gregorio Marañón (1887-1960), Salvador de Madariaga (1886-1978), Eduar- do Marquina (1879-1946), Gregorio Martínez Sierra (1881-1847), María Lejárraga (1874-1974), Ramón Pérez de Ayala (1880-1962), Carles Riba (1893-1959), Vicente Risco (1884-1963), Claudio Sán- chez Albornoz (1893-1984), el pintor Solana (1886-1945), Francisco Villaespesa (1877-1936) y Eduardo Zamacois (1873-1971); la larga nómina de segundones, hoy casi olvidados, cuya mediocridad no impidió que algunos de ellos mandaran en las listas de ventas, como Manuel Abril (1884-1943), Ramón de Basterra (1888-1928), Joaquín Belda (1889-1930), Alberto Insúa (1885-1963), Pedro Mata (1875-1946), Ricardo León (1877-1943), Eugenio Noel (1885-1936), Antón del Olmet (1883-1923) y su matador Vidal y Planas (1891- 1965), Rafael Navarro Ledesma (1869-1905), Cristóbal de Castro (1874-1953), Emilio Carrere (1881-1947), José López Pinillos (1875- 1922), Pedro de Répide (1882-1948) Álvaro Retana (1890-1970);
y un grupo de fronterizos, como Alfonso Camin (1890-1982), Pilar Valderrama (1892-1939), José Moreno Villa (1887-1955), Mauricio Baccarise (1891-1951), Pedro Salinas (1891-1951), Eduardo Blanco Amor (1900-1979), Manuel Chaves Nogales (1897-1944), Arturo Barea (1897-1953), y los jóvenes que integrarían la Generación de 1927, nacidos la mayoría en el nuevo siglo. A todos los tienen retra- tados los fotógrafos en sus declinantes galerías acristaladas, y los más frecuentaron las páginas de la prensa, gracias al trabajo de los reporteros gráficos del día.
Antonio de Hoyos y Vinent era un Grande de España, alegre, golfan- te y próximo a la bohemia, al que en las fotografías vemos siempre elegante y peripuesto, con trajes de buen corte, pañuelo refitolero en el bolsillo superior de la chaqueta, monóculo de concha y gemelos haciendo juego con la corbata. Solía recibir en los suntuosos salones de su casa, en los que reunía a los jóvenes literatos de su cuerda y al- guna desorientada celebridad, como doña Emilia Pardo Bazán, cuya solemne persona rompía el ambiente ligero de aquellos concilios. Allí le retrató en 1916 el maestro Campúa, echado con descuidado aban-
Marqués y Grande de España, Antonio de Hoyos y Vinent era un aristócrata tronado, golfante y cercano a la bohemia. Tuvo un final desgraciado, despreciado y maltratado por los Hunos y los otros. Retrato de CAMPÚA, hacia 1914 (Colección particular)
 




























































































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