Page 188 - El rostro de las letras
P. 188

CAPÍTULO 8 El ojo de la historia
E l espectacular desarrollo de la fotografía de aficionados producido en los primeros años del siglo XX colocó a los profesionales en una delicada situación, que trataron de
resolver en sesudos concilios, como los celebrados en 1906 y 1909
en Madrid y Valencia. Con escasas excepciones, el trabajo de los estudios comenzó a menguar, con lo que los fotógrafos debieron buscar nuevos caminos para poder seguir viviendo de su oficio. El futuro pertenecía ya a los que se habían adaptado mejor a los nuevos tiempos marcados por el desarrollo imparable del reportaje gráfico. No obstante, en aquellos años inaugurales, las llamadas fotografías históricas no tenían una utilidad práctica inmediata, ya que la prensa no estaba aún en condiciones de reproducirlas con un mínimo de calidad. Antes de que la fotomecánica estuviese en condiciones de reproducir decorosamente las fotografías en las rotativas, algunos profesionales ya habían comenzado a difundir masivamente su tra- bajo gracias a la venta de imágenes numeradas, antecedente directo de la tarjeta postal. A los recordados Museos Fotográficos realizados por los pioneros en sus propios laboratorios, sucedieron las series de estampas fotolitográficas y fototípicas, editadas mediante los revolu- cionarios procedimientos de R. J. Lemercier y A. Poitevin incorpo- rados en Madrid por Antonio Selfa. Años más tarde se impuso con fuerza la fototipia, una técnica a medio camino entre el offset y el huecograbado, mediante la cual se conseguían imágenes de una gran nitidez, al aprovechar las emulsiones originales.
El gran éxito de las fototipias proporcionó ocupación a decenas de fotógrafos, propiciando la creación de numerosos talleres, como los de Laurent, Castiñeira y Alvárez, Mariezcurrena, Matéu, Laporta y Hauser y Menet, famosos después por sus series de láminas impresas
Página anterior: A pesar de los estragos de la edad, Juan Valera vivió una vejez florida, en la que supo administrar sabiamente los réditos de sus pasadas glorias literarias. Sus célebres tertulias sabatinas no sufrieron merma, aunque la muerte fue causando muchas bajas entre sus miembros. Fotografía de Christian FRANZEN. 1895 (MECD, AGA, Fondo MCSE)
 Juan Valera De todos los escrito- res viejos del tiempo, el que tenía más prestigio era Valera, corpu- lento, con la cabeza correcta y el pelo blanco. Vestido de negro, daba la impresión de un gran señor. En su charla alternaba la seriedad y el empaque aristocrá- tico con la malicia picaresca del andaluz de la calle.
PÍO BAROJA



























































































   186   187   188   189   190