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Cultura
físiCa
Cómo se conserva “la linea”
PARA AuMENTAR EL VIGOR
   AnTIGuO TEATRO “GuIGnOL” DE LA ISLA DE JAVA
al más corto de vista”, con los que, en nuestros días, tejió el querido maestro Jacinto Benavente aquella farsa estupenda de Los intereses creados.
un amigo cariñoso me envía desde Munich unas fo- tografías del teatro de muñecos. Yo, al ofrecerlas en BLAnCO y nEGRO a la curiosidad del lector, tejo una divagación arrepentida recordando el teatro de mi ni- ñez, que abandoné para componer estas comedias burguesas de nuestro abominable teatro occidental -estas comedias tan cotidianas y tan chatas-, don- de todo pasa tan ordinariamente como en la vida, y en las cuales, hasta ciertos altísimos poetas jóvenes cuando quieren poner, o fingen poner, un soplo poé- tico, sólo realizan una imposible ensambladura de realidad y de ficción con un realismo cotidiano que no es tal, porque está en verso, con un verso que no es poesía porque rima y metrifica lo prosaico sin en- traña poética sin substancia lírica, sin médula ideo- lógica, con un sonsonete que sólo puede halagar la rudimentaria sensibilidad de ciertos oídos sordos a la gracia verdadera de la verdadera música.
En estos, ¡ay!, muy malos tiempos, en que no puede el teatro, ni falta que hace, aspirar a la relidad foto- gráfica del cinematógrafo, mejor fuera volver al viejo guignol, al teatro de muñecossin realidad viva, a la simplicidad estilizada y evocadora, más rica de ideas y de sugestiones; ello siquiera nos pondría en estado de apreciar obras como Le Cocu Magnifique, o como la Santa Juana, de Shaw, en toda su ironía, en todo su humor, en lo que tiene de sátira y de diatriba, sin
buscar una evocación histórica y una intensi- dad dramática que jamás estuvieron en la mente fina, elegante y aguda del autor.
FELIPE SASSOnE
no es preciso que usted esté acostumbrado a soste- nerse sobre las manos para recoger el fruto de este ejercicio, que puede usted hacer contra una pared o contra una puerta. Coloque usted las manos sobre el suelo, a unos dos pies de la pared, y lance los pies ha- cia arriba, como se indica en la figura.
Aunque pueda suponerse que este ejercicio se destina especialmente a los brazos y a los hombros, su objeto es realmente corregir la prolapsis de los órganos vita- les y ajustar o compensar la circulación de la sangre.
Especialmente después de haber estado mucho tiem- po en pie, la sangre tiende a gravitar sobre la parte in- ferior del cuerpo, en particular sobre las amplias venas del abdomen. Esta posición corrige automáticamente esa tendencia y devuelve al estómago, al hígado y de- más órganos su más adecuada situación.
Así, pues, este ejercicio, que consiste meramente en tomar esa postura dos o tres, veces sucesivas, obra como tónico. Pero no es recomendable cuando la san- gre tiene alta presión, o cuando el corazón o los pul-
mones padecen debilidad
orgánica.
tamos este mismo género de parentesco, y notamos, además, los tressabores principales que hacen sa- brosa la casa: un sabor de curiosidad y de exotismo, otro sabor de lujo galante y cortesano, otro sabor español, popular princi- palmente.
Así, en el gabinetito, muy señoril y, al mismo tiem- po, muy íntimo, una falda catalana pasó a tapizar las paredes, y allí donde se presiente, aunque no esté presente, el clavicor- dio, hay, junto al reloj neo- clásico -¿Psiquis y Amor ? ¿Venus y Adonis ? , mito- logía a la francesa-, una Santa Teresa, hecha por manos de una monja.
   PRóLOGO En EL CIELO
hogares de artistas
La casa de
Catalina Bárcena
El hotel de Catalina Bárcena se ha convertido en mu- seo. Caprichoso museo en donde el capricho tiene, sin embargo, como tantas otras veces, más acierto qué la sesudez metódica de los doctos. Cada habitación ha logrado un estilo o, mejor, una fisonomía peculiar; para formarla se reuniéron obras bellas que nacieron en países diversos y lejanos, sin parentesco al parecer, pero que, sin embargo, emparentan por leyes miste- riosas que nos hacen recordar o descubrir abolengos más o menos ignotos u olvidados.
Así en el cuarto oriental, donde unos ídolos búdicos lu- cen su lujo asiático, unos mantones alfombrados espa- ñoles y unos cacharros de Triana armonizan con lacas y bronces japoneses recordándonos el orientalismo de estirpe que sobrevive todavía en tantas manifesta- ciones españolas. En los demás salones de la casa no-
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