Page 30 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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 De Embajadores a Serrano. Primeras décadas
del Museo Arqueológico Nacional Concha Papí Rodes. Dpto. de Documentación. Museo Arqueológico Nacional
La creación del Museo Arqueoló- gico Nacional en la segunda mi- tad del siglo xix es la continua-
ción en nuestro país de un proceso iniciado en el resto de Europa en el si- glo xViii pero, fundamentalmente, es la respuesta a una necesidad acuciante de control y gestión del patrimonio.
España ya tenía museos de arte, de ciencias naturales, etc., pero carecía un establecimiento central para las an- tigüedades, que ya en 1830 comenzó a solicitarse desde la Real Academia de la Historia. El expolio de la guerra y, so- bre todo, las consecuencias sobre el patrimonio de los procesos desamorti- zadores, explican la creación de las Co- misiones Provinciales de Monumentos ( 1844 ), para recuperar, catalogar y custodiar los bienes culturales, crean- do para ello museos provinciales y pre- viendo su Reglamento ( 1854 ) que, en el caso de ausencia de estos, fuera un « Museo Arqueológico General » el que albergara los objetos que recogieran.
El Real Decreto de creación del man de 20 de marzo de 1867, al tiempo que define qué son los objetos arqueo- lógicos que deben estar en él, estipula cuáles serán sus primeros fondos : co- nocidos como « fundacionales » y con- siderados igualitariamente en el Decre- to, conformaban realidades dispares : desde la Biblioteca Nacional, su Museo de Medallas y Antigüedades con más de 100.000 monedas y medallas y casi un millar de piezas —la mayoría de la Antigüedad Clásica y Edad Moderna— es la esencia del nuevo establecimiento y el que, junto a los objetos prehistóri- cos, americanos y etnográficos —fun- damentalmente— llegados del Gabine- te de Historia Natural, hace de él un museo. Los mínimos fondos de la Es- cuela Diplomática, con una finalidad didáctica, no admiten comparación.
La primera sede del Museo, con carácter « provisional » ( 1867-1893 ), fue el Casino de la Reina, una finca de re- creo absolutamente inadecuada para esa función, a pesar de las constantes reformas realizadas. Puesto que en el Real Decreto también se estipuló que el Museo debía gestionarse por funcio- narios del Cuerpo de Archivos y Biblio- tecas ( pronto ampliado con la sección de Anticuarios ), que se titulaban en la Escuela Superior de Diplomática ( esd ), no puede extrañar que el direc- tor de la misma, Monlau lo fuera tam- bién del man ( 1867-1868 ) y que ambas instituciones prácticamente compar- tieran la plantilla. Salvo excepciones, como la del numismático Bermúdez de Sotomayor que se llevó, junto a las co- lecciones de la Biblioteca Nacional, al personal del Museo, comenzando por su propio Director —médico higienis- ta—, quien carecía de una formación estricta en arqueología o etnografía, materias en las que en estos años em- pezaban a surgir los primeros especia- listas al amparo de la esd ( 1856 ).
La breve dirección de Monlau ( 1867-1868 ) se centró en conseguir do- tación económica para atender las ne- cesidades básicas de funcionamiento, y la más corta aún de su sucesor, Ama- dor de los Ríos ( 1868 ), en tratar de au- mentar los fondos, haciendo efectiva la Real Orden circular de 6 de noviem- bre de 1867 en la que se pedía el trasla- do de piezas mediante cesión a otras instituciones como las Academias y se invitaba a los particulares a contribuir al crecimiento del Museo.
Para la gestión interna de los fon- dos y la temprana necesidad de redac- tar su inventario, Amador realizó una primera división del Museo en seccio- nes provisionales : « Etnográfica », « An- tigüedades Europeas », « Epigráfica » y
« Numismática », que pronto Rada y Delgado, doctor en Derecho pero tam- bién titular de diversas cátedras en la Escuela, transformó en un sistema de clasificación coherente en otras cuatro que perdurarían hasta bien entrado el siglo xx, con ligeras variantes en sus denominaciones pero con los mismos contenidos : la primera, de « Tiempos Primitivos y Antiguos » o de « Prehisto- ria y Edad Antigua », o de « Civilizacio- nes Primitivas y Edad Antigua »; segun- da, « Edades Media y Moderna »; tercera, « Numismática y Dactilografía »; y cuar- ta, « Etnografía ». A partir de ellas, Rada quiso hacer un montaje científico-cro- nológico que resultó imposible en unos espacios que, baste decir, forzaban a comenzar la exposición con las antigüe- dades árabes y mudéjares.
Entre el personal del Casino, ade- más de Bermúdez de Sotomayor, hay que destacar a Castrobeza, también en Numismática ; Fulgosio, en la sección de « Tiempos primitivos y antiguos »; Escudero de la Peña, Assas y Ereño, en « Edades Media y Moderna »; en « Etno- grafía » Janer i Graells, Gorostízaga, Malibrán, Sala ; y sobre todo, Rada, prácticamente siempre ligado a la sec- ción primera y que, en la práctica, ejer- ció la dirección « científica » del Museo durante los mandatos de Monlau, del médico y poeta Ruiz Aguilera, y del dramaturgo García Gutiérrez [ fig. 1 ].
Tras la dimisión de Amador de los Ríos llega a la dirección Ruiz Aguilera ( 1868-1872 ), que inaugurará el Museo el 9 de julio de 1871, y a cuya iniciativa el Minis- terio aprobó el nombramiento de las « Comisiones Científicas », formadas por facultativos del Museo, que visitarían las provincias para incrementar los fondos no solo a partir de las incautaciones de los gobernadores, sino mediante dona- ciones, depósitos e incluso alguna com-
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