Page 93 - I estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las Marianas y la cultura chamorra
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De las cosas, las ideas y las personas. Una perspectiva antropológica de la histórica del contacto en las islas Marianas en el siglo xvii
nacidos de indias del mismo pueblo. Que el español ca- minante solo estuviese dos días, el mercader tres y que habiendo mesón no se hospeden en casas de indios.» Encontramos a la población no indígena concentrada exclusivamente en los pueblos de Agaña y en Umatac y se establecen administradores del partido españoles para los cinco pueblos indígenas frutos de las reduccio- nes originales, que viven fuera de los pueblos de indios. El relativo aislamiento de los nativos, a pesar del pro- fundo impacto de la colonia, mantendrá a los sistemas culturales indígenas en continuo diálogo con la cultura colonial, dotándoles de cierta agencia y capacidad de renegociar su identidad y su forma de vida.
Otro elemento importante de la organización polí- tica y social de la vida de los chamorros era la existen- cia de la casa de solteros –guma uritao– donde se for- talecían los vínculos entre los jóvenes púberes y donde permanecían hasta que se esposaban y pasaban a inte- grar la sociedad de los casados, normalmente en el ho- gar del hermano de la esposa (Cunningham, 1984). En estas casas, extendidas en gran parte del Pacífico, los jóvenes solteros, perfeccionaban tareas básicas mascu- linas como la pesca, la navegación o la guerra. También era el lugar donde los jóvenes eran introducidos en la sexualidad. Cada grupo de jóvenes que vivía en una guma uritao disponía de algunas jóvenes que previo acuerdo con sus padres y pago de ciertos regalos, se dedicaban al cuidado, incluido el sexual, de los solte- ros. Los jesuitas consideraban esta actividad sexual de las jóvenes en las guma uritao algo más denigrante que la prostitución tradicional por el papel que juga- ban los padres en la venta o alquiler de las hijas. Este aspecto etiquetado como inmoral de las casas de solte- ros unido al carácter litigante y violento de los uritaos chamorros, llevaron a los jesuitas a condenar estas ca- sas como centros de rebeldía e impedimento para la salvación de las almas. Así participaron activamente en su destrucción, secundados por el poder civil (Morales y Le Gobien, 2013: 210; 240).
Evidentemente, la destrucción de estas casas gene- ró un descalabro sociopolítico profundo en las estruc- turas sociopolíticas tradicionales. Las guma uritaos al igual que las casas de solteros en gran parte del Pacífico insular mantenían a los jóvenes, violentos y ávidos de experiencias sexuales, lejos de los poblados donde las mujeres y los hombres casados desarrollaban una vida diferente. Es importante también apuntar que el des- plazamiento de los púberes a casa de solteros del linaje de la madre en culturas matrilineales con patrón de residencia avunculocal era fundamental para fortalecer
el vínculo con los varones del mismo linaje. Evidente- mente si esta relación no se establece y fortalece, la adscripción patrilineal comenzará a incorporarse a la experiencia de parentesco matrilineal tal y como fue intensificándose progresivamente facilitando un siste- ma bilateral tras la total destrucción de estas casas de solteros.
Al mismo tiempo, la introducción de una moral cris- tiana que rechaza el sexo fuera del matrimonio mono- gámico y que defiende la indisolubilidad del matrimo- nio afectará también las estructuras de parentesco, así como a la concepción y la función del género (Strasser, 2020). Es importante en este punto mencionar que el rechazo de los padres jesuitas a contraer matrimonio con mujeres de los clanes de más prestigio, debido a los votos de castidad de los presbíteros católicos, difi- cultó las relaciones políticas entre la élite indígena y la nueva élite llegada de Europa, los padres jesuitas.
Por último, el galeón San Diego, como los que le seguirán, traerá personas. Estudios genéticos recientes (Vilar et al., 2013; Pugach et al., 2021) indican que has- ta un 92 % de la población chamorra del archipiélago de las Marianas pertenecen a un halogrupo común en las islas del sudeste asiático, aunque inusual en Ocea- nía. Esta alta frecuencia del halogrupo indica una uni- formidad acentuada evidentemente por el aislamiento geográfico. Frente a una población uniforme, el con- tacto introduce de nuevo el factor complejidad.
Diego Luis menciona en la carta al procurador que «seremos todos unos 25 entre religiosos, oficiales y cria- dos con las mujeres y niños». Él mismo, más cuatro reli- giosos, «el padre tomas Cardeñoso, otros dos sacerdotes y un hermano». Luego venían asignados a la misión desde las Filipinas Don Francisco de Mendoza y Esteban Díaz como intérpretes, ya que fueron náufragos en las Maria- nas y permanecieron allí por más de veinte años. Diego Luis menciona también a «don Juan de Santa Cruz, pan- day maestro del hierro, que viene con su mujer destinada para maestra de las niñas y con una hermana y un hijo, niño de dieciséis meses, familia de conocido ejemplo de cristiandad para aquellos pobres y para enseñarles otros muchos oficios que saben de tejer, labrar la tierra, etc.». Viajaba asignado a las Marianas también Felipe Sonson, panday maestro de obras de Iglesia y carpintería y por oficiales y ayudantes, Juan de los Reyes, Domingo de la Cruz, Domingo Mindoro, Pascual Francisco –tejedor–, Andres Ysson –labrador–, Julio de Santiago –cantor–, Felipe Socson –cantor–, Andrés de la Cruz y Domingo de Lastres –marinero–. A esta misión inicial el Almirante del San Diego, Bartolomé Muñoz, pudo añadir algún
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