Page 74 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
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BARBIERI. MÚSICA, FUEGO Y DIAMANTES
El barberillo de Lavapiés. Grabado en una caja de cerillas.
BNE [cat. 133].
Barbieri aconseja a Chapí en la carta citada aprender a manejar la modulación a partir del estudio de las obras de los grandes maestros: «lo que yo más amo», afirma, «es la modulación tonal, aquella que nace de un buen contrapunto a cuatro voces: la modulación y los ritmos que usaron Haydn y Mozart en todas sus obras y particularmente en sus cuartetos de cuerda, donde nunca el oído pierde la sensación de la tonalidad dominante en toda la pieza y, sin embargo las cuatro voces van haciendo modulaciones y ritmos diferentes, pero naciendo todo de la idea principal y de la tonalidad primitiva».
El compositor estudia y admira el repertorio teatral clásico-romántico, figurando entre sus obras preferidas algunos de los títulos canónicos del teatro musical europeo, como Don Giovanni (1787), Guillermo Tell (1829)10, Robert le diable (1830), I puritani (1835), La favorita (1840), Rigoletto (1851) o Faust (1859); las obras bufas Il barbiere di Siviglia (1816) o L’elisir d’amore (1832); y las óperas cómicas francesas La dame blanche (1825) y Zampa (1831). Estos títulos evidencian su dominio del teatro musical italiano, al que se añade un profundo conocimiento también del mundo francés: la Grand Opéra, con ejemplos de Rossini y Meyerbeer, y la Opéra comique, modelo teatral de su Zarzuela grande.
Es evidente, como hemos afirmado, que el compositor admiraba el arte italiano del primer Romanticismo y en concreto a Rossini, como manifiesta Carmena y Millán al relatar cómo en su viaje a París de 1860 a 1861, visita en varias ocasiones al autor de Il barbiere en su casa de Passy, donde el ídolo recuerda su fraternal amistad con Manuel García. En palabras de Carmena: «A Barbieri, venciendo la resistencia que éste oponía a ejecutar música suya delante de aquel coloso, le obligaba cuando iba a verle a que se sentase al piano y tocase diferentes piezas de sus zarzuelas, mani- festándose muy complacido de ello, y siendo una de las que más le entusiasmaban y le hacía repetir siempre, la serenata del acto primero de La espada de Bernardo»11.
A pesar de su apego al bel canto, Barbieri llega a admirar al Verdi de los años cincuenta –Rigoletto– y el Faust de 1859. Sin embargo, llama la atención la ausen- cia de referencias germánicas, cuestión, por otra parte, habitual en su generación; recordemos el desagrado que causa en Arrieta la «peregrinación» al festival de Bayreuth en 1889, impuesta al compositor por sus jóvenes discípulos, entre los que se cuenta Chapí.
Menéndez Pelayo, ante la academia, elogiaba no solo sus «multiplicadas y vigoro- sas campañas en pro de la ópera cómica nacional», sino también «sus defensas de la melodía italiana contra los excesos del fanatismo wagnerista»12. Y es que Barbieri es antiwagneriano. Conocidas son sus diferencias con Peña y Goñi sobre el parti- cular, sintiendo éste debilidad por la música wagneriana. En una carta de 1871, Barbieri escribe: «Querido amigo y desventurado wagnerista. (¡Oh dolor!) ¡Todos los Lohengrin tienen suerte! Para dar a usted envidia le diré que en los conciertos del Retiro nos dan con frecuencia a cenar aquel ‘frito de Tannhäuser’ (la sinfonía), pero yo creo que a muchos de los concurrentes debe habérsele indigestado, porque va poca gente. No lo extraño; ¡es comida demasiado fuerte para estómagos delicados!... Y con esto no canso más. Suyo siempre: Melodía!!!»13. Tras su fallecimiento, Peña
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De hecho, es Barbieri el que se encarga del estreno en España de esta ópera en el Nuevo Teatro Rossini de los Campos Elíseos en 1864, con once representa- ciones, interpretada por el tenor Tam- berlick. Véase Casares. Francisco Asenjo Barbieri. 1. El hombre..., p. 243.
11
Luis Carmena y Millán: Cosas del pa- sado. Música, literatura y tauroma- quia. Madrid, Ducazcal, 1904, pp. 276 y ss. Cit. en Casares: Francisco Asenjo Barbieri. 1. El hombre..., p. 243.
12
Marcelino Menéndez y Pelayo: Dis- curso de respuesta al de ingreso en la..., pp. 41-42.
13
Antonio Peña y Goñi: Río Revuelto. Barcelona, Antonio López ed. Librería Española, 189?