Page 73 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
P. 73
BARBIERI, «MÚSICO Y COPLERO»: REFLEXIONES SOBRE SU TEATRO MUSICAL
77
Además de la claridad, la expresividad vocal y la adecuación prosódica, otro de los principios compositi- vos que persigue Barbieri, como él mismo afirma, es la sencillez. Su lenguaje armónico es sencillo y efectivo, de gran claridad en los enlaces y recurriendo a las notas de paso para «nacionalizar» estructuras melódicas. Como buen discípulo de Ramón Carnicer (1789-1855), uno de nuestros grandes y desconocidos compositores ro- mánticos españoles y primer profesor de composición en el Real Conservatorio de María Cristina de Madrid9, Barbieri está educado en la tradición clásico-romántica, en la cual el estudio de la armonía se completaba con el férreo trabajo del contrapunto. Domina la escritura vocal tanto solista como coral –de hecho, sus escenas
corales son de gran genialidad–, y a lo largo de su obra consigue desarrollar un estilo propio de escritura orquestal, sencilla, construida siempre sobre el modelo interna- cional ítalo-francés, doblando las voces agudas en las maderas y la cuerda aguda y recurriendo al juego tímbrico de caracterizaciones retóricas de acuerdo con el carácter teatral de los personajes. En este sentido, resulta paradigmática la utilización de los trombones acompañando siempre las intervenciones del bajo, el duque de Medina, en Jugar con fuego, o el sonido burlón de los fagots con el motivo que sustenta las intervenciones corales de las Guardias Walonas en El barberillo de Lavapiés (1874).
Al igual que en la melodía, los principios que deben regir el uso de la modulación son la sencillez y la claridad, evitando siempre el abuso de ésta, que llega a definir como «la hojarasca con que se trata de encubrir la pobreza de inventiva».
Estos tres fragmentos evidencian cómo en una de sus mejores obras, El barberillo de Lavapiés, Barbieri escribe melodías de carácter popular, de gran sencillez armónica que recurre a la alternancia clásica entre I y V, para abrirse posteriormente a breves modulaciones a la dominante. La prosodia es perfecta, respetando los acentos de la pa- labra en coincidencia con los acentos musicales, y buscando la métrica adecuada para la mayor expresividad del verso. Asimismo, el juego rítmico y el color tonal están pensados para retratar retóricamente el carácter del texto y de los personajes que lo interpretan.
Portada de la zarzuela El barberillo de Lavapiés, 1875. BNE [cat. 121].
Fragmentos de El barberillo de Lavapiés.
9
Barbieri mostró siempre admiración por su maestro, interpretando su sinfonía para Il barbiere di Siviglia en la in- auguración del Teatro de la Zarzuela, el 10 de octubre de 1856, a modo de homenaje, ya que Carnicer «trabajó por la prosperidad del arte músico y era, entre los modernos, el primero y prin- cipal compositor que se había dedicado a escribir ópera». E. Casares: Francisco Asenjo Barbieri. 2. Escritos..., p. 65.