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También hay que reconocer que el gap genera- cional en cuanto a gustos musicales nunca había sido tan profundo como ahora.
Por poner un ejemplo: es imposible que una persona de treinta o más años de cualquier país no haya oído hablar, o no haya oído una canción e incluso no pueda tatarear una canción de Elvis, los Beatles, Michael Jackson, Madonna, Elton John (los cinco artistas más vendedores de la historia) o un largo etcétera de artistas globales, aunque la música de estos artistas estuviera en las antípodas de su gusto musical.
Como también era imposible escapar de la can- ción del verano y es difícil tener más de tres años y no conocer Los pajaritos, o los hits de Georgie Dann, o esos Caribe Mix que invadían discotecas, chiringuitos, karaokes y fiestas de pueblo con Sonia y Selena o King África con los que bailaban el niño de cinco años y la abuela de noventa.
Si usted que está leyendo esto tiene más de treinta años, sea sincero: ¿podría tararear alguna canción de Drake, Post Malone, Peso Pluma, SZA, Feid, ¿Travis Scott o Anuel AA? Hablo de artistas con más números de escuchas de los úl- timos años. Vaya, lo que serían los números uno globales o, lo que es lo mismo, los Elvis, Beatles, Michael Jackson, Madonna o Elton John de hoy.
Vale, me he saltado a los más fáciles: Bad Bunny, Taylor Swift o The Weeknd... Sea sincero otra vez: ¿podría tararear una canción de los tres artistas más globales de 2023?
No se preocupe si la respuesta es no. La ma- yoría de la gente de menos de veinte tampoco sabe quiénes son Elvis, los Beatles, Michael Jackson, Madonna o Elton John, pero ¿a que sus padres sí sabían quiénes eran e incluso los ha visto bailando alguna canción suya, aunque sea en una boda?
La resistencia a lo nuevo: pérdida de la apertura musical
Esta resistencia a lo nuevo puede tener conse- cuencias culturales significativas. La música, que históricamente ha sido un medio para expresar la diversidad de experiencias y perspectivas, ahora puede estar sujeta a una mayor conformidad.
La falta de prescriptores poderosos y la depen- dencia de los algoritmos pueden contribuir a la pérdida de la experimentación y la innovación en la música, ya que los oyentes se aferran a lo fa- miliar en lugar de aventurarse en lo desconocido.
El rock se puso de moda en 1956, pero para 1962 la beatlemanía ya dominaba el mundo. En 1968, hasta los mismos Beatles ya se habían apuntado a la sicodelia y el hipismo que para 1972 estaba en retirada con la entrada del gran rock, el rock sinfónico y el heavy metal, que a su vez en pocos años dieron paso a la disco music y el funk, que para 1977 ya estaban obsoletos con la llegada del punk y el tecno de la mano de Kraftwerk. Lle- garon los ochenta y el dance pop, con Madonna y Michael Jackson a la cabeza, o la Movida en España. En los noventa fue el boom del grunge, el hip hop y el bakalao. A principios del siglo xxi, cuando ya el reguetón y el trap asomaban la patita, la EDM (música electrónica de baile), con David Guetta a la cabeza, reventaba listas y pis- tas, pero en pocos años ya pasó de moda, pues llegaba el reinado de la «música urbana» (mezcla de sonidos, texturas y ritmos característicos del hip hop que incluye el reguetón y el trap).
La música, que históricamente ha sido un medio para expresar la diversidad de experiencias y perspectivas, ahora puede estar sujeta a una mayor conformidad.
Se puede decir que vivíamos una revolución musical cada cinco años en la que cambiaban
de forma radical los sonidos y los códigos que imponían una nueva generación de adolescentes como rebeldía a la generación anterior.
EL IMPACTO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL CONSUMO DE MÚSICA... · MAURO CANUT
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