Page 18 - Actas Afrancesados y anglófilos
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habían limitado al modelado del barro. El aragonés Pascual Cortés fue el primero en recibir un encargo en este sentido, copiando en 1789 las llamadas Bacantes del conde Fede del Museo Pío Clementino (Museo Nacional del Prado, cat. E-620 y E-883) por disposición del ministro, quien para la elección de los modelos tuvo en cuenta tanto «su belleza ideal, quanto porque creo que ahí [en España] no se conozcan ni por los yesos».11También suministró materiales, dibujos, estampas y vaciados en yeso, para el estudio de las academias y escuelas provinciales de dibujo españolas, y recomendó destinos para los pensionados regresados a España, como ocurrió con el arquitecto Ignacio Haan y el pintor Francisco Javier Ramos ante su amigo el cardenal Lorenzana en Toledo o con el pintor Salesa para la enseñanza en la academia de su tierra, la zaragozana de San Luis.Cuando los acontecimientos políticos de finales de siglo llevaron al viejo diplomático de Roma a París tuvo la oportunidad de asistir al cambio de capitalidad en la hegemonía cultural europea, en cierto modo simbolizado por la entrada solemne de los monumentos de las ciencias y las artes en el Campo de Marte, encabezada por una inscripción en la cual se podía leer: «La Grece les céda; Rome les a perdus: / Leur sort changea deux fois; il ne changera plus.»12La ingente actividad desplegada durante sus dos embajadas en Francia le apartó de las distracciones que habían hecho las delicias de su vida en Roma. Además, el concepto que tenía de la literatura y de las artes del país era muy bajo, sobre todo de la pintura y arquitectura, exceptuando las artes decorativas, cuya primacía era aceptada y sus obras demandadas por todas las cortes europeas. No cabe duda de que nuestro diplomático se dejó arrastrar por la corriente de francofobia artística, que no política, que asociaba lo rococó al gusto francés y no veía en esos cambios artísticos más que una vuelta al «gusto a la griega» de las décadas anteriores, una nueva moda francesa alejada de la verdadera belleza, que a juicio de Azara estaba encarnada en la obra de Mengs.Las inquietudes del embajador le llevaron en aquellos años a cultivar las ciencias naturales, por las que se había mostrado interesado desde la publicación del libro de Bowles. Un ejemplo de esto último es el empeño que puso en la publicación de las obras de su hermano Félix sobre los cuadrúpedos (París, 1801 y Madrid, 1802) y pájaros del Paraguay y Río de la Plata (Madrid, 1802-1805). También hay noticia de que acreditó ante los sabios de París los resultados de la expedición botánica por el Virreinato del Perú de Hipólito Ruiz y José Pavón, que habían dado el nombre de Azara a un nuevo género de planta en su Florae Peruvianae et Chilensis Prodromus, y que en aquel tiempo mantuvo correspondencia con el célebre botánico Casimiro Gómez Ortega.Hombre del Despotismo Ilustrado, José Nicolás de Azara fue figura sobresaliente en la primera fase de ese movimiento que hemos dado en llamar Neoclasicismo. Contribuyó a impulsar en España y Roma la renovación de las artes y las letras desde principios considerados absolutos, como la excelencia del mundo clásico y el concepto de belleza ideal. Mostró interés por Horacio y Vitruvio, por los textos y ruinas de la Antigüedad clásica, y desde su llegada a Roma procuró revestirse de «filosofía» y «antigüedad», y como filósofo de la antigüedad, junto a su amigo Francesco Milizia y la diosa Minerva, quiso ser representado en la bóveda de una de sus11 Ibíd., pág. 67, y Beatrice Cacciotti, «Copie dall’antico tra i ritratti delle collezioni reali spagnole», en El coleccionismo de escultura clásica en España, actas del simposio, 21 y 22 de mayo de 2001, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2001, págs. 182-183, figs. 5 y 6.12 Collection complete des tableaux historiques de la Révolution française [...], París, De l’Imprimerie de Pierre Didot l’aîné, año VI-1798, pág. 539.5