Page 17 - Actas Afrancesados y anglófilos
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Dos años antes había realizado otra cava di antichità en Villa Negroni, en Roma, descubriéndose en esos trabajos algunas pinturas murales que fueron en parte copiadas por Mengs y grabadas bajo los auspicios de Azara; del éxito de este repertorio da muestra que fuera empleado en decoraciones tan distantes como la Pompeian Room de Ickworth Rotunda o el Gabinete de plata de Tzarskoie Selo, por ejemplo. Otras piezas de sus colecciones fueron divulgadas mediante el grabado calcográfico, tanto en Roma como en Madrid. De hecho, en 1790 publicaba en la Imprenta Real, con la mediación de Llaguno, su estudio y traducción de la Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón de Conyers Middleton, ilustrada con varias obras de sus colecciones –bustos, medallas y camafeos–, y en los mismos años emprendió el proyecto de editar con gran fasto tipográfico las obras de los más importantes autores clásicos latinos en las imprentas de Bodoni, a quien había conocido cuando estuvo en Parma en 1773, tal vez por medio de un amigo común, Paolo Maria Paciaudi. Este proyecto editorial comenzó con la publicación, en 1788, de las obras completas de Prudencio por el abate Giuseppe Teoli, «che puottrebbe servire di saggio per intraprenderne delle altre maggiori», como escribía Azara a Bodoni9 en referencia a las planeadas ediciones de las obras de Horacio (1791 y 1793), Virgilio (1793) y Catulo, Tibulo y Propercio (1794), culminadas con la colaboración de Visconti, Fea y Arteaga, aunque el plan, que era más ambicioso pues se extendía a la edición de los principales autores griegos, quedaría interrumpido por la entrada de las tropas francesas, la consecuente convulsión de Italia y el nuevo destino diplomático de Azara en París.En realidad, en el caballero Azara corrían parejas sus aficiones artísticas y literarias, que tenían en común la veneración por la Antigüedad clásica, aunque esta supremacía otorgada al mundo grecorromano, eje que vertebra su ideario estético como manifestó en las Obras de Mengs, no le impedía señalar el «error común de estimar por bueno e imitable todo lo que es Antiguo», y por ello tenía pensado publicar una historia del principio, progresos y decadencia de la arquitectura romana, como una especie de continuación de la Histoire de l’art par les monumens que su amigo Seroux d’Agincourt tenía comenzada hacía años, ordenando cronológicamente los principales monumentos romanos hasta el siglo IV, para demostrar a los jóvenes esa degradación de la arquitectura por la introducción de los adornos, «substituyendo la riqueza a la noble simplicidad y lo afectado a lo bello, hasta la entera corrupción del gusto».10 Sus ideas acerca de la arquitectura y de la «noble simplicidad» del dórico quedaron de manifiesto en el templete o cenotafio «a la griega» erigido en la iglesia de Santiago en Roma con motivo de las exequias de Carlos III en 1789, del cual se informó en una Relación impresa que también describe los trabajos de ornato realizados en el interior de esta iglesia gótica por los pensionados españoles, pintores y escultor.Su labor en favor de los jóvenes artistas españoles llegados a Roma quedó reforzada con la edición de las Obras de Mengs (Parma y Madrid, 1780) y la muerte del director de los pensionados, Preciado de la Vega, en 1789, puesto que a partir de ese momento los artistas quedaban bajo la directa supervisión del ministro y acudirían por las noches a la escuela de dibujo que estableció en 1790 en el Palacio de España, cuyo director era un discípulo de Mengs, el aragonés Buenaventura Salesa. Una iniciativa trascendente fue introducir el trabajo en mármol para el perfeccionamiento de los pensionados por la escultura, que hasta entonces, por sorprendente que parezca, sediplomático José Nicolás de Azara...», cit., págs. 72-73, y «Azara, coleccionista de antigüedades...», cit., págs. 56-70.9 Angelo Ciavarella, De Azara · Bodoni, I, Parma, Museo Bodoniano, 1979, pág. 79.10 Javier Jordán de Urríes y de la Colina, «El diplomático José Nicolás de Azara...», cit., pág. 70.4