Page 87 - 100 años en femenino
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tiempo se produjo uno de los cambios más significativos en el trabajo doméstico: las mujeres dejaron de fregar arrodi- lladas y lo hicieron de pie gracias a «la fregona», un invento del ingeniero aeronáutico Manuel Jalón que se comerciali- zó a partir de 1958.
Los datos permiten notar que la participación en el traba- jo asalariado por parte de las mujeres creció a medida que se incorporaron las mujeres de la segunda generación y las más jóvenes de la tercera, que tuvieron menos posibilidades de acceder a una escolarización que se fue generalizando en las décadas siguientes. Pero los datos que proporcionan las estadísticas han de completarse,1 ya que, en estos años, la población activa española se escindió entre un grupo que trabajaba dentro del país y otro que trabajaba fuera, más allá de las fronteras estatales, escisión que se hizo más profun- da desde 1960 entre mujeres y hombres jóvenes. Dentro de España, la oferta de trabajo para la población femenina era escasa y en peores condiciones que para la población mas- culina, de modo que la emigración era una salida posible. Sin embargo, para los hombres, a los que el servicio militar obligatorio les facilitaba alfabetizarse y aprender un oficio, esta no era la única opción. En consecuencia, la emigración de varones desplazó al 12 % de la población activa fuera del país, y esta proporción fue mucho mayor, aproximadamente un 35 %, entre las mujeres.2
En este contexto actuaron las mujeres que se rebelaron contra un sistema dictatorial que las discriminaba, en las cárceles, en la clandestinidad o utilizando las posibilidades legales.3
Giuliana di Febo4 considera que, entre 1939 y 1940, las dete- nidas políticas en toda España fueron unas 30 000 y las mujeres condenadas a muerte y ejecutadas alrededor de un millar. A partir de 1942-1943 empezaron a llenarse las cár- celes de Madrid, Córdoba, Málaga y Segovia de mujeres que ya no eran casos de guerra, sino miembros de la resistencia cuya actividad se intensificó a partir de 1945, y que actuaban como madres y hermanas, «puntos de apoyo», «enlaces» o guerrilleras. Estas mujeres, sobre las que cayeron condenas de veinte y treinta años, que fueron calificadas por la prensa como «aventureras, de fáciles costumbres y amantes corrup- tas de los guerrilleros», «mancebas», «queridas»..., mientras definía a sus compañeros como «atracador, bandolero, ban-
88—Amparo Moreno Sardà Mujeres en el franquismo