Page 85 - 100 años en femenino
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dura, y sus aportaciones fueron imprescindibles en los plan- teamientos políticos y feministas durante el franquismo y en las reivindicaciones que se formularon en las Jornadas que se celebraron en Madrid en 1975 y en Barcelona en 1976.
El Fuero del Trabajo de 1938, una de las leyes fundamen- tales del régimen, estableció que el Estado se encarga- ría de «liberar a la mujer casada del taller y de la fábrica». Pero este objetivo no se llevó a cabo nunca. Muchas muje- res no podían asumirlo y otras no querían. A unas, la falta de recursos las impulsó a abandonar los pueblos y dirigir- se a las ciudades españolas o de otros países para conseguir salarios trabajando en el servicio doméstico, el comercio, la industria o la prostitución. A otras, cuyas familias disponían de bienes, la resistencia a aceptar las reglas marcadas por padres y madres para dar continuidad, mediante el matri- monio, a la conservación y a ser posible la ampliación de los patrimonios, las motivó a adquirir una formación que les permitió incorporarse a trabajos más cualificados y dispo- ner de bienes propios, base de una vida autónoma.
Unas y otras opciones coincidieron con las demandas de un mercado, cada vez más vinculado a los intereses transna- cionales, que para apoyar a la dictadura la obligó a realizar reformas e impulsar «el desarrollo» que se inició a partir del Plan de Estabilización de 1959. Entre otras, la Ley de Dere- chos Políticos, Profesionales y Laborales de la Mujer y del Niño (1961), que sentó el principio de que hombre y mujer debían cobrar lo mismo por igual trabajo, aunque mantuvo discriminaciones que perduraron hasta la Ley de Relaciones Laborales (1975) o la reforma del Estatuto de los Trabajado- res (1989), como que la mujer, al casarse, podía abandonar el trabajo a cambio de una «dote», que podía exigirse a la mujer casada licencia marital para trabajar, que el marido podía cobrar el sueldo de la mujer, y algunas otras. En cualquier caso, la ley del 61 puso de manifiesto, implícitamente, que el poder que se había atribuido tradicionalmente a los padres de familia entre las familias con patrimonios no podía pervivir en la nueva redefinición de relaciones sociales y el desarrollo de las clases medias, sino que empezaba a llegar a su fin.
En este contexto, una parte de estas mujeres adultas incre- mentaron la tasa de actividad femenina asalariada, que pasó deun9%en1930aun8,3%en1940,a15,8%en1950,a20% en 1960, y a 24 % en 1970. Anotemos, también, que en este
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