Page 227 - 100 años en femenino
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de atribuir la apasionada defensa que hacíamos de un tema en el que ellos no estaban de acuerdo a la precariedad de nuestra satisfacción sexual, con esta diferencia de juicio que aún hoy sigue en pie de dar por sentado que el mal genio de un hombre demuestra su autoridad en la familia, la empresa, la fábrica o el bar, y el de una mujer su insatisfacción sexual o su congénita histeria. Nos acostumbramos entonces a las desaforadas críticas y burlas a las que nos exponíamos cuan- do defendíamos nuestras ideas, y a veces incluso agradecía- mos, con burlas o sin ellas, que se nos permitiera expresarlas.
Para las mujeres que han nacido en los últimos cuarenta años es difícil hoy creer que nuestra vida fuera así. Y algunas se pre- guntan cómo podíamos soportarlo. Podíamos y vivíamos con ello igual que viven así las mujeres de medio mundo que care- cen de libertad y de los derechos más elementales, del mismo modo que se acostumbran a sus vidas espantosas los pueblos sometidos a una autoridad que en el silencio de su mente y su corazón repudian.
Sí, es cierto, el panorama es muy distinto, pero nos guste o no la sociedad, aunque sea más permisiva, sigue siendo profun- damente machista. No solo lo son los hombres, como tampo- co lo son solo ciertas mujeres orgullosas de vivir a la sombra de sus parejas, sin autonomía ni libertad económica o de cualquier otro tipo, ni siquiera conscientes de que, como las hiedras, viven de la vida de los demás. Es la sociedad la que lo es, lo era y lo sigue siendo a pesar de que afortunadamente hemos alcanzado por ley la igualdad, la libertad y la justicia. Otra cosa es que las consigamos en nuestra vida diaria pri- vada y profesional, porque la ley sola no logra conseguir sus objetivos, sino que precisa de un cambio social que solo puede venir del cambio de los elementos que forman la sociedad. Y esto se consigue con educación y con muchos años.
Hoy, es bien sabido, en nuestro país desde el punto de vista de la justicia todos somos iguales, seamos de distinto sexo, tenga- mos distinto color de piel, practiquemos distintas religiones. Lo ratifica una Constitución que observamos desde 1978. Desde entonces se han aprobado muchos planes de igualdad de oportunidades, leyes y normativas para erradicar tantas situaciones que padecen las mujeres solo por razón de su sexo. Se considera normal que la mujer tenga la misma educación que el hombre y por tanto su entrada en la universidad, casada o no, ha sido masiva; podemos decidir a qué dedicaremos
228—Rosa Regàs Transformación de la sociedad






























































































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