Page 229 - 100 años en femenino
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nuestra vida sin el permiso del padre o del marido porque la sociedad patriarcal en teoría ha desaparecido. Adminis- trativamente contamos como un ciudadano con derecho a tener, adquirir y vender nuestros bienes. El matrimonio de la Iglesia está en plan de igualdad con el matrimonio civil, y si no queremos casarnos podemos tranquilamente vivir con nues- tra pareja sin que ello se considere delito y estemos obligados, si el casero así lo solicita por escándalo público, a abandonar el piso que tenemos alquilado, y nuestros hijos no serán llama- dos hijos ilegítimos y tendrán los mismos derechos que los demás. La familia patriarcal ya no es la única, por más que sigue teniendo muchos adeptos incluso entre las mujeres a las que al parecer les gusta depender económica y mentalmente de sus parejas. Ahora hay todo tipo de familias, las monopa- rentales, las familias dobles formadas por padres y madres divorciados y casados de nuevo con otros hijos del nuevo matrimonio, las formadas por dos padres o dos madres, o familias de estructura incluso más complicada que se aviene a las distintas circunstancias y los gustos de cada cual. Y en con- tra de la opinión de tantos doctores como tiene la Iglesia, no parece que esta disparidad de familias haya mermado la felici- dad ni influido en la psicología de los hijos, que viven cualquier situación con extrema naturalidad. Se nos ha reconocido el derecho al matrimonio con personas del mismo sexo y al divorcio, y el aborto está despenalizado, todas ellas defensas importantes contra quienes quisieran seguir negándonos nuestra libertad sexual y emocional, y el matrimonio, al que también ha llegado la igualdad, ya no nos obliga a estar some- tidas al marido. Nuestra vida sexual es nuestra, la entendamos como la entendamos. Cada vez son más los hombres que asu- men su responsabilidad en el hogar, no en forma de ayuda solo, sino compartiendo cada vez más la buena marcha del hogar y de la familia. Tenemos acceso a prácticamente todas las profesiones que se nos negaban en el pasado, podemos también entrar en la vida pública, dedicarnos a la política y presentarnos a las elecciones. Hay leyes contra el maltrato y ayudas a las mujeres y los hijos maltratados.
Sí, todo esto hemos alcanzado legalmente, pero en la prác- tica no lo conseguimos más que a base de lucha constante contra una sociedad que se resiste a considerarnos seres iguales que los hombres, porque no cree en nuestra inteli- gencia, y por más que hayamos demostrado obtener califi- caciones iguales o mejores que las de ellos en la escuela y en la universidad, sigue habiendo ese techo de cristal que
230—Rosa Regàs Transformación de la sociedad