Page 158 - 100 años en femenino
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Sufragista siendo alimentada
por obligación
1911
© Culture and Sports Glasgow (Museums)
mujeres son la parte más llamativa e innovadora del aspec- to de nuestras calles y casas. En esta carrera masiva hacia la ciudadanía han existido baches terribles, nada menos que una guerra civil y cuarenta años de dictadura. No podemos olvidar esos enormes retrocesos. Las libertades y el aprecio de las mujeres como iguales sufrieron severísimos reveses en España. Con el fin del franquismo, en su propio final, se gestó una nueva generación que tomó sobre sí el avanzar de nuevo. Y desde la democracia poco se ha parado.
Pero no hay laureles en los que dormirse. Se han cosecha- do escasos y los que hay están demasiado disputados. En el tema de la libertad y la ciudadanía de las mujeres se libra una lucha cotidiana por cada centímetro de respeto. Tras cien años de efectivas conquistas, ante todo las derivadas de la agenda sufragista, la que se propuso alcanzar los dere- chos educativos y los políticos, se tiene la impresión de que se poseen las apariencias de todo y la sustancia de poca cosa todavía. Se vive, últimamente se oye mucho, en «el espejis- mo de la igualdad». ¿Qué hay de verdad en ello?
Imagino que un juicio pesimista como el anterior debe ser explicado. El optimismo en el tema del avance de las muje- res siempre parece obligatorio. Por ello diré que es cierto que estamos mejor que nunca, sí, pero un poco como siem- pre. Sucede con la ciudadanía de las mujeres que parece sometida a la paradoja de Aquiles y la tortuga. Aquiles nunca la alcanza porque para hacerlo tiene que recorrer la mitad de la distancia que le separa de ella, y antes la mitad de la mitad y luego el infinito divisible. Y, mientras lo resuelve, la tortuga sigue además a su ritmo. Pues en cuanto a este tema concierne parece que todo lo que se consigue nunca llena la brecha que existe entre los sexos. Avanzamos, gana- mos objetivos y sentimos que hemos llegado a alguna parte, pero quizá no donde deberíamos estar. De pronto la meta se ha situado un trecho más lejos. Lo que se acaba de conseguir comienza a oler a tierra quemada.
¿Hay verdaderas razones para cierto pesimismo? Quizá. Me refiero, por ejemplo, a la contemplación del entristecedor panorama internacional en el que es meridiano y claro que nacer mujer según la geografía de nuestro planeta puede con- vertirse en una condena al infierno en vida. En un mundo globalizado, la espantosa situación de las mujeres en más de la mitad de él deja sin habla. Antes no era tan clara ni tocaba tan cerca, porque queda lejos del corazón lo que no llega a la
159—Amelia Valcárcel Cien años de igualdad